martes, abril 29, 2008

FRENOS & CONTRAPESOS. ¿"CHANTA" O FUNDADOR?
. Gideon Rachman. "Lunch with the FT: Mikheil Saakashvili", Financial Times

Claudia dice que es un "chanta". Yo digo que es un fundador. Me refiero a Mikheil Saakashvili, el presidente de Georgia. En esta excelente nota del Financial Times, Gideon Rachman relata su almuerzo con el presidente en Tbilisi, y el posterior viaje en helicóptero para acompañarlo a la inspección de un comando de fuerzas especiales de Georgia (entrenadas por israelíes). Lugarteniente de Eduard Shevardnazde, el ex-canciller de la Unión Soviética, Saakashvili accede al poder a los 35 años en 2003, tras un breve período de anarquía. Entre 2003 y 2006, es el niño mimado de un sector de la prensa occidental; sus reformas pro-negocios y pro-libertad son aclamadas como ejemplares, en particular por el Banco Mundial, que vota a Georgia el reformador-"top" de 2006.

Las cosas se complican en 2007. La oposición se fortalece y se organiza; el joven presidente no lo tolera, y acusa a los principales opositores de ser aliados de Putin (Georgia mantiene una durísima disputa con Rusia por la soberanía de Ossetia del Sur y de Abkhazia). Con su decisión de cerrar un canal de televisión, el presidente descoloca a sus admiradores occidentales. A las pocas semanas, un multimillonario georgio —líder de la oposición— muere en Londres en condiciones misteriosas. De pronto muchos se preguntan: ¿Qué está sucediendo con Saakashvili? En las elecciones de enero, es re-elegido presidente con el 52% de los votos, una fenomenal baja con respecto al 97% de 2003.

Riesgo de megalomanía
Yo le doy el beneficio de la duda. Saakashvili tiene el espíritu del fundador: intenta cambiar radicalmente la cultura política de su país. Dice Rachman:

At several points in the lunch he argues that what he is really intent on is a project of cultural transformation for the country – to change it from a Soviet mentality to a western one. “We came from an oppressive society that was lawless. We decided to turn it into a society that is free but where the law is enforced. And that is two difficult transformations.”

A notar la implícita definición de la URSS como una sociedad sin ley (o con ley del Kremlin, que es lo mismo). Rachman define al presidente de Georgia como burly charismatic; cita su energía, inteligencia, y gusto por el detalle; menciona su indiferencia frente al peligro (separatistas dispararando con un misiles a su helicóptero); llama la atención sobre su gusto por la arquitectura. Todos estos son rasgos típicos del fundador. Sobre el final de la nota, sin embargo, el periodista del Financial Times deja planteada la pregunta clave: "How long can you live like this without succumbing to megalomania? And how can you ever give it up? Saakashvili is only 40 years old". Dicho de otra manera: lo que separa a un chanta de un fundador, es (entre otras cosas) el manejo de la inevitable megalomanía. La respuesta del presidente es alentadora: "Me quedan cinco años y dos meses en el poder ... Luego me voy a dar clases a Columbia".

¿Chanta o fundador? Las apuestas están abiertas ...

lunes, abril 28, 2008

LA DIALÉCTICA ENTRE NORMALIDAD Y EXCEPCIÓN

Por Nicolás Patrici (*)

Desde tiempos remotos, los ciclos políticos están signados por la dialéctica entre la Normalidad y la Excepción. Podríamos afirmar que el ciclo político supone la fundación del régimen, su establecimiento, su decadencia y finalmente su crisis: Revolución, Fundación, Revolución.

De Polibio a Maquiavelo, de Maquiavelo a Marx y de Marx a Carl Schmitt mucho se ha dicho sobre cada elemento del ciclo. Sin embargo, existe una constante en la naturaleza del ciclo. Luego de la revolución, se supone, se sigue la “institucionalización” de lo nuevo y, por ende, la aparición de un nuevo nomos concreto dominado por la pura y aburrida normalidad. La función básica de la revolución parece ser el establecimiento del espíritu que sostiene, que se encuentra detrás del nomos fundado.

Inclusive el marxismo aceptó esta lógica teórica. La dictadura del proletariado tenía fecha de caducidad. Es que todo dictado tiene fecha de caducidad. Ésta, está signada por el mismo sentido temporal del dictado.

Una vez dictada la lógica del nomos —cualquiera sea ésta— de lo que se trata es de establecer los mecanismos necesarios para “conservar el orden fundado”. Quizás sea ésta la tarea más compleja del hombre político. Tal como suponía Maquiavelo, el fin de una República no es otro que su propia preservación.

Sabemos, desde los griegos en adelante, que quizás la mejor manera de conservar el espíritu que la fundación dictó y se cristalizó en un nomos concreto es el establecimiento de mecanismos institucionales que sean capaces de contener las pasiones de los hombres; y sobre todo de aquellos que ocuparán el lugar central de la toma de decisiones durante el funcionamiento normal del nomos.

Así, sabemos por Plutarco que “Amongst the many changes and alterations which Lycurgus made, the first and of greatest importance was the establishment of the senate…” .

Quizás el libro del Éxodo sea el mejor ejemplo de ese siempre tortuoso momento, que tal como lo describió Arendt, supone un camino pantanoso entre el pasado y el futuro. Pero hasta el éxodo tiene un final. El establecimiento del Reino de Israel supone el final de la transición entre un pasado que ya no es y un futuro que está siempre más allá del camino.

Ahora bien, el punto central es que la revolución permanente supone la anulación misma de los objetivos de la revolución. Sobran ejemplos históricos al respecto, los casos de Cromwell, de Stalin y de Fidel quizás sean los que más rápido vienen a la mente de cualquiera.

Sabemos también por Carl Schmitt que, el momento revolucionario, el momento fundante, es el momento político por excelencia. Pero puesto que lo político se encuentra en los límites de la normalidad está siempre en tensión con la normalidad. La excepción y la norma conviven entonces en una relación traumática. Un elemento supone la anulación del otro elemento.

La teoría jurídica encontró en la figura “estado de excepción” la manera de encauzar en la legalidad a lo que de por sí es no legal. Pero, otra vez, el fin de la excepción —tal como el fin de la dictadura comisaría romana— es el reestablecimiento del orden.

Si no se encuentra fin a la excepción, la excepción misma lo destruirá todo. Tal vez sea ésta la lección de la historia política que le matrimonio que gobierna la República Argentina no haya comprendido jamás.

La crisis de la que surgió el Kirchnerismo suponía la necesidad de generar un novum ordo. Los dos primeros años de la presidencia del Sr. Kirchner fueron años equiparables a un éxodo: la Argentina estaba entre aquellas cacerolas que rompieron un orden anterior y el camino a un nuevo porvenir. Así, nadie negó su capacidad de gobernar en la excepción (decretos, ley de emergencia económica, acumulación de poder, reestablecimiento del poder ejecutivo). Sin embargo, el Sr. Kirchner quedó atrapado en sus propias pasiones. Fue incapaz de fundar, de dictar la normalidad: por el contrario, abrazó como un fundador frustrado el camino interminable del éxodo, donde él, su esposa y sus amigos son los únicos garantes del orden. Un dictado sin institucionalización, sin límite, sin renuncia.

Tal vez alguien deba acercarle al matrimonio Kirchner la escalofriante lección presente en el Federalista 38: “(…) And Lycurgus, more true to his object, was under the necessity of mixing a portion of violence with the authority of superstition, and of securing his final success by a voluntary renunciation, first of his country, and then of his life (…)”.

Sin embargo, la renuncia al éxodo permanente reclama, tal como reza el texto del federalista, un patriotismo que es propio sólo de seres humanos excepcionales. Los Kirchner han demostrado no serlo.

(*) Visiting PhD Researcher del Departamento de Filosofía de la Universidad de Leiden (Holanda).

viernes, abril 25, 2008

FRENOS & CONTRAPESOS. PASIÓN DOMINANTE vs. NE QUID NIMIS (LA AUTO-DESTRUCCIÓN DE "K")
. La Nación. "Kirchner debutó como jefe del PJ con duras críticas al agro"

Hay pocas cosas más fascinantes —y precocupantes— que la sistemática auto-destrucción de Néstor "K", el hombre fuerte (aunque cada vez menos fuerte) de la política argentina. La más completa ignorancia de principios elementales de la ciencia del gobierno está hundiendo lo que queda de su prestigio. El uso del sistema judicial para fines políticos alcanza proporciones tales, que hasta el muy tibio titular de la (también muy tibia) Corte Suprema pidió "no judicializar los conflictos políticos". Viniendo de alguien que se refiere a la Presidenta como "Cristina", la frase muestra un fenomenal nivel de preocupación. Como he dicho decenas de veces en este blog, existe una demonstrable relación entre despotismo y costo del capital. Dicho de otra manera: si la justicia es utilizada como un paillasson a los pies del poder ejecutivo, la oferta de recursos prestables en el mercado de crédito tiene que contraerse. La tasa de interés, ceteris paribus, tiene que subir.

Así funciona el mercado de crédito en Argentina, en la China, en Burundi. Así funcionó siempre. Los "K" son los principales responsables de la suba en la tasa de interés de largo plazo que está registrando hoy mismo la Argentina. Y no voy a referirme al otro principio elemental que han destruido, la no-dualidad del poder ejecutivo. Solo noto que en el texto de su renuncia, el Sr. Lousteau (que debería ir derechito a leer Magna Carta) menciona los conflictos con Moreno, al sugerir la "refocalización de las tareas de la Secretaría de Comercio Interior". Los "K" están logrando deshacer el único legado institucional positivo que tenían en su haber: el poder ejecutivo fuerte. Ahora no hay más poder ejecutivo: es puro humo — c'est le cas de le dire. ¡No pueden ni apagar un incendio!

¿Pasión dominante o ...
Un aspecto poco estudiado de estos problemas es el costado psicológico del poder ultra-concentrado. En la Inglaterra de finales del siglo XVII-comienzos del XVIII, cuando se inventan muchos de los principios de la ciencia política moderna, la "psicología del poder" es una preocupación central. Décadas de guerras civiles y religiosas generan la necesidad de una respuesta "multi-disciplinaria"; se trata de entender mejor lo que sucede en la mente de personas como Oliver Cromwell, Carlos XII de Suecia y Luis XIV de Francia. Alexander Pope, en su Essay on Man, acuña la idea de Ruling Passion o "pasión dominante", que llama the mind's disease. Samuel Johnson, gran lector de Pope, se refiere al peligro de la Pasión Dominante y a la "despotick Authoriy of this Tyrant of the Soul". Los revolucionarios ingleses del siglo XVII (con Cromwelll a la cabeza) están obsesionados por la ambición de "hacerse famosos ante la posteridad".

Al joven James Boswell, entusiasmado con la causa de la libertad en Córcega, Johnson advierte en 1768: "I wish there were some cure for all heads of which some single idea has obtained an unreasonable and irregular possession" [1]. Retomando las ideas de Johnson, el estadounidense John Adams va un paso más allá: cuando la mente de un líder político está dominada por una sola pasión, los frenos y contrapesos institucionales desaparecerán rápidamente. El resultado será: destrucción de propiedad, muerte en gran escala, guerra. El tipo de pasión dominante es variable: Dios (mahometanos, calvinistas, jesuitas), Gloria (Julio César, Carlos XII, Napoleón), Progreso (Cromwell, Boswell, Saint-Just). Pero el problema es el mismo: el despotismo de la pasión. En una memorable carta a Jefferson, Adams escribe: "Checks and Ballances, Jefferson, however you and your Party may have ridiculed them, are our only Security, for the progress of Mind, as well as the Security of the Body" [2].

... Ne Quid Nimis?
El modelo opuesto al de la pasión dominante es el ideal whig de ne quid nimis: ¡Nada en exceso! [3]. Su gran representante a finales del siglo XVII es Sir William Temple, diplomático, poeta, autor del gran best-seller de 1673: Observations upon the United Provinces of the Netherlands. Entre otras cosas, Sir William observa que la moderación de los holandeses se traduce en poder político descentralizado y en ... ¡bajísimas tasas de interés! En su correspondencia con el joven stadhouder de Holanda, Guillermo de Orange (futuro rey de Inglaterra a partir de 1688), Temple predica las virtudes del auto-control. Guillermo contesta: "Je prends le conseil que vous me donnez de ne me plus trop exposer" [4]. Cuando accede a la corona de Gran Bretaña, Guillermo acepta formalizar vía estatuto la independencia judicial: "The Revolution of 1688 and the ensuing constitutional settlement resulted in the independence of the judiciary being given the statuory base upon which it resides today" [5].

A partir de entonces, los jueces son nombrados de por vida "unless guilty of bad behavior". La independencia judicial queda institucionalizada. Es muy probable que a Guillermo de Orange no le guste demasiado la solución. Pero tiene en cuenta la gran lección de Sir William: ne quid nimis. El resultado: una isla poco poblada y con mal clima derrota a los masivos ejércitos de Luis XIV, gracias al fabuloso tamaño de su mercado de crédito. En pocas décadas, Gran Bretaña se convierte en la primera super-potencia de la era moderna.

[1] James Boswell. Life of Dr. Johnson, p. 316.

[2] Adams a Jefferson, en Lester J. Cappon (ed.) The Adams-Jefferson Letters, Vol. II, 1812-1826 (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1956), p. 334.

[3] Ne quid nimis es también el lema de la familia Mackinlay. Figura en un escudo en una reproducción en posesión de mi padre.

[4] N. Japiske (ed.) Correspondentie van Willem III en van Hans Willem Bentwick ('Gravenhage: Martinius Nijhof, 1932), p. 477. Un biógrafo de Temple lo define de esta manera: "... un homme en qui dominent la modération et l'équilibre; sa raison contrôle son imagination sans toutefois l'étouffer jamais; entre la passion et la raison, entre le Coeur et l'intelligence, entre la liberté et le contrôle de soi, Temple s'efforce sans cess d'établir un équilibre subtil" (Pierre Marambaud. Sir William Temple. Sa vie, son oeuvre. Abeville: F. Paillard, 1969).

[5] W. B. Gwn. The Meaning of the Separation of Powers (New Orleans: Tulane University, 1965), p. 6

miércoles, abril 23, 2008

FRENOS & CONTRAPESOS. ¡EL ANTI-MONTESQUIEU!
. Joaquín Morales Solá: "¿Cuál de los dos Kirchner gobierna la Argentina?", La Nación

Federico II de Prusia escribió en sus días de intelectual —con la inestimable ayuda de Voltaire— un libro intitulado el Anti-Machiavel. En la Argentina estamos escribiendo el ... ¡Anti-Montesquieu! Dos de los principios fundacionales de la división de poderes están siendo masacrados con total impunidad: la unidad del poder ejecutivo y la independencia judicial. El primero de estos principios, abundantemente presentado en este blog, se está comenzando a entender mejor: Joaquín Morales Solá lo retoma en su columna del domingo, con el significativo título: "¿Cuál de los dos Kirchner gobierna?" (El viernes, en el blog, escribí: ¿Quien ejerce el poder ejecutivo? ¿La Sra. Cristina, auto-declarada admiradora de Alemania, o el Sr. "K"?)

En cuanto a la destrucción del segundo principio —la independencia judicial— la administración "K" sigue disparando con municiones de grueso calibre (*). Estos episodios recuerdan una de las más extraordinarias fantasías marxistas, o marxistas-leninistas, o guevaristas, o whatever: "La división de poderes es un principio burgués". Muchos auto-denominados "progresistas" de hoy siguen alimentando esta fantasía: de eso estoy absolutamente seguro. Pero las consecuencias serán: menos justicia social, más desigualdad. El costo de capital subirá indefectiblemente —ayer colapsó el precio de los bonos argentinos— y los emprendedores postergarán o abandonarán centenares de proyectos de inversión. Son los costos del Anti-Montesquieu.

(*) Adrián Ventura: "Convulsión en la Justicia por la denuncia de presiones", La Nación

viernes, abril 18, 2008

двоевластие!
. Neil Buckley: "Riddle over who steers the tandem", Financial Times

Mientras sigo escribiendo a cuenta-gotas mi reseña del libro de Dominique de Villepin, leo esta fascinante nota del Financial Times sobre el problema de la "dualidad del poder" en Rusia. Esta noción se conoce en Rusia como dvoyevlastiye o двоевластие (aclaro que no entiendo ni una palabra de ruso, pero no resisto a la tentación de transcribir —espero que correctamente— la palabra). Neil Buckley se refiere, naturalmente, a las incógnitas planteadas por el dúo Medvedev-Putin. Pero antes de describir los riesgos de la двоевластие, Buckley llama la atención —con excelente criterio— sobre un hecho inédito en Rusia: por primera vez en la historia milenaria del país, un líder que no fue depuesto abandona el poder en perfectas condiciones de salud. Todos los anteriores cayeron de manera violenta, o fueron asesinados, o murieron de causas naturales, o se fueron en pésimas condiciones físicas. A pesar de los obvios problemas, estamos entonces frente una importante novedad [1].

Buckley se pregunta: ¿Cuál de los dos va a call the shots? ¿Medvedev como presidente, o Putin como primer ministro? Aparentemente, Putin desea apoyar a Medvedev — no intentará él mismo liderar el gobierno. Otros piensan que Medvedev deberá pasar el test de una crisis antes de afirmarse en el cargo. Puede ser: a veces las crisis ofrecen oportunidades fundacionales. Desde este punto de visa, el principal obstáculo es la casta de los siloviki, el siniestro entourage de Putin que quiere mantener a toda costa los beneficios del poder ultra-concentrado — sin preocuparse por delicadezas institucionales. Buckley parece inclinarse por la tesis de Fyodor Lukyanov, editor de Global Affairs:

Fyodor Lukyanov, editor of Russia in Global Affairs magazine, believes as soon as Mr Putin decided not to change the constitution, “he started to leave”. The internal logic of Russia’s political system now means Mr Medvedev will inevitably emerge as number one. “In more than 1,000 years of Russian history, maybe 50 people have ruled this enormous country,” he says. “It’s a job which is very, very hard to get. Once you’ve got it, there’s no sense being anybody’s puppet.”

¿Y la двоевластие argentina?
Mientras tanto, estamos en plena dvoyevlastiye argentina. ¿Quien ejerce el poder ejecutivo? ¿La Sra. Cristina, auto-declarada admiradora de Alemania, o el Sr. "K"? [2]. He presentado esta tesis en varias entradas en este blog, y veo ahora que Joaquín Morales Solá también la adopta: "Dos gobiernos conviviendo en el tiempo y en el espacio no duran mucho en ninguna parte del mundo". (Por supuesto, está pendiente el problema de los siloviki argentinos: Moyano, D'Elía, Bonafini, la UIA, los gobernadores, etc.) Desde el punto de vista de la división de poderes, los problemas del "rule of law" y del control parlamentario son esenciales, pero no necesariamente urgentes. En cambio, la no-dualidad del poder ejecutivo es un problema URGENTE. Desde aquí, la двоевластие argentina luce como un serio riesgo institucional — y poca gente parece comprenderlo.

[1] Recordar la durísima elección de 1800 en Estados Unidos: los Federalistas guiados por Adams pierden el poder a manos de los Republicanos de Jefferson. Por primera vez en la historia, un partido político cede el poder a otro de manera pacífica. La transición, finalmente exitosa, ocurre en medio de una gran incertidumbre institucional.

[2] Estos enfoques son incompatibles entre sí. En Alemania prevalece el rule of law, la independencia judicial, la libertad de prensa, la conectividad como "capital social". (Ver nuestro Índice de Frenos & Contrapesos Institucionales). El "proyecto" del Sr. "K", en cambio, es de tipo netamente bonapartista.

lunes, abril 14, 2008

LIBROS & ENSAYOS. EL PROBLEMA NAPOLEÓN
. Dominique de Villepin. Le soleil noir de la puissance 1796-1807. Paris: Perrin, 2007 (568 páginas)

Mi antepasada Fanny Reed escribe en sus memorias que fue recibida en Londres por el primer ministro, el Duque de Wellington. El vencedor de Waterloo la trató, con gran cortesía, de "my dear cousin" [1]. Desde que leí esa frase, la utilizo (en broma) contra mis amigos admiradores de Napoleón. Bromas aparte, el problema del bonapartismo es real. Según La Nación, el ex-primer ministro español Felipe González sostiene que no hay más derecha e izquierda, sino bonapartistas y modernos. ¡Excelente definición! Siempre sostuve que los Sres. Menem y "K" tienen mucho en común. Ambos se nutren del sueño de Bonaparte: controlar todo, desde la justicia hasta la prensa, pasando por las provincias y el Congreso. Ambos son admiradores del auto-proclamado emperador francés. Por esta razón, y por muchas otras, saludo con entusiasmo la publicación de este nuevo libro del ex-primer ministro francés Dominque de Villepin. En 2001, el Sr. de Villepin publicó Les Cent-Jours ou l'Esprit de sacrifice, un libro sobre los "Cien días" de Napoleón (desde el regreso de Napoleón de la isla de Elba hasta su derrota a manos del "dear cousin" de mi antepasada). Les Cent-Jours es un libro extraño porque el propio autor declara su ausencia de fe en "la religión de los hechos", y emprende un relato emocional sobre las supuestas proezas de l'Aigle.

Pero las cosas, afortunadamente, han cambiado en los últimos siete años. Como primer ministro de Jacques Chirac, Villepin ha sentido en carne propia lo que llama la "soledad del poder"; su fallida reforma del mercado laboral le costó toda esperanza de enfrentarse al mini-Napoleón Sarkozy para el cargo de Presidente. En Le soleil noir de la puissance 1796-1807, desaparece —como por arte de magia— la emoción del admirador incondicional. Todavía leemos, ici et là, alguna referencia nostálgica a l'Aigle. Pero el tono del nuevo libro es completamente diferente. Villepin es ahora un implacable crítico del Emperador, que juzga responsable de notorios crímenes y de baños de sangre sin precedentes, todos llevados adelante por la inútil borrachera (ivresse) del poder. El nuevo libro es, como lo afirma el propio autor, un exact contrepoint del anterior — impresionante demostración de honestidad intelectual. En esta reseña voy a concentrarme sobre los principales puntos de este excelente volumen, a saber: (1) Cómo la debilidad del poder ejecutivo de la Revolución francesa desemboca en la anarquía, y en la inevitable solución autoritaria; (2) Cómo se va creando (y tolerando) el andamiaje del poder uni-personal; (3) Cómo se debilita el poder político con el gobierno despótico.

La debilidad del poder ejecutivo & la "anaciclosis" francesa

El gran debate constitucional, a partir de 1789, gira en torno a la naturaleza del poder ejecutivo. Más precisamente, una pregunta obsesiona (y divide) a los revolucionarios: ¿Debe Luis XVI tener poder de veto, absoluto o relativo, sobre la legislación? Si la respuesta es afirmativa, se mantiene la firmeza del poder ejecutivo, pero se pierde lo que los revolucionarios estiman la esencia del nuevo "contrato social": la soberanía única e indivisible, ejercida por el pueblo. Al final, Luis XVI obtiene un poder de veto limitado, pero le coeur n'y est pas. La desconfianza reina; el rey trata de escaparse. Cuando es guillotinado, en enero de 1793, la Revolución opta, sencillamente, por destruir el poder ejecutivo. ¿Pero es posible vivir sin poder ejecutivo? La guerra demuestra que no; se suspende la Constitución; el Comité de Salud Pública, liderado por Robespierre y Saint-Just, procede a la concentration du pouvoir [2]. Llega el Terror, pronto seguido del Gran Terror, hasta que el propio Robespierre termina en la guillotina, en una calurosa tarde de Thermidor (julio de 1794). El nuevo diagnóstico de los revolucionarios es correcto, pero solo en parte. A partir de 1795, el Directorio promueve l'équilibre des pouvoirs: el bi-cameralismo es visto como la solución a los inconvenientes del poder legislativo.

Pero el problema del poder ejecutivo persiste: el Directorio es un exécutif collégial (p. 15), formado por ... ¡cinco Directores! Villepin describe de manera magistral la esencia del poder ejecutivo compartido: ¡el caos! Cuando se reúnen los Directores, no pueden llegar a ningún tipo de acuerdo: "Les délibérations, comme le remarque Barras dans ses Mémoires, tournent au combat de gladiateurs dans l'arène" (p. 93). ¡Los miembros del Directorio se pelean entre sí como si fueran gladiadores! Reina un clima de "golpe de Estado permanente sobre fondo de corrupción" (p. 92). El 18 de Fructidor (4 septiembre 1797), miembros del Directorio decretan la anulación de más de 200 elecciones de diputados; muchos de ellos son deportados junto a un miembro del propio ... Directorio. Benjamin Constant nota: "Cette journée illégale eut l'effet que doit avoir toute journée illégale; toute confiance fut détruite entre les gouvernants et les gouvernés'' (pp. 93-94). Como bien observa Villepin, el problema de la construcción del poder ejecutivo refleja dos graves inconvenientes. En primer lugar, se interpone una cuestión doctrinaria imposible de resolver: la aplicación del concepto de soberanía del pueblo, "concept abstrait qui autorise tous les détournements et ne règle en rien les deux enjeux majeurs de l'organisation des pouvoirs et de la représentation'' (p. 15).

El otro inconveniente es más prosaico, pero no menos grave: ¡faltan hombres! Faltan líderes con vocación de poder, pero confiables: "Le manque d'hommes se greffe sur l'inéficacité des institutions" (p. 50). ¡Claro que sí! Villepin constata con amargura el problema de revolucionarios como Brissot (el líder Girondino), Condorcet, Danton, y el propio Robespierre: "ils n'ont pas l'aura ni les capacités de leurs prédécesseurs" (p. 51). En este sentido, los estadounidenses tuvieron una suerte increíble, con nombre y apellido: George Washington. (Villepin menciona al pasar la ausencia de un Washington français, p. 126). El autor utiliza las frecuentes notas al pie de página para introducir los comentarios de una larga serie de escritores y analistas; contemporáneas o no, sus fuentes tienen todas una característica: ¡son francesas! (Se percibe un marcado desprecio por todo lo no-francés a lo largo del libro, como si Napoleón solo puede ser estudiado por locales). Desde este punto de vista, uno de los libros que más dan ganas de leer es Du pouvoir exécutif (1792), de Jacques Necker, el ex-ministro de Luis XVI (está disponible por internet en el magnífico sitio web de la Bibliothèque Nationale de France). Justamente, Necker plantea el caso Washington: cómo lograr que el ciudadano se acerque a los poderes del Estado — sin descuidar la necesaria firmeza del ejecutivo. Necker, agrega Villepin, no cree en las posibilidades del Directorio, y anuncia los próximos golpes de Estado ...

En uno de los documentos más notables de la Revolución de Norteamerica (obviamente no citado por Villepin), leemos: "The disorders and miseries ... gradually incline the minds of men to seek security and repose in the absolute power of an Individual" [3]. Y esto es precisamente lo que sucede en Francia hacia 1797. La gente se cansa de tanto desorden y golpes de Estado, de tantos cambios de régimen, moneda, calendario, precios. Hábilmente, Napoleón percibe que el deseo de orden supera ahora largamente el deseo de libertad. Villepin describe los sentimientos del pays réel: "Paralizado por el miedo, lleno de asco, no cree más en la República, detesta a los políticos, esos 'perpetuos' que se niegan a abandonar el poder en nombre de la salvación pública, utilizada como pretexto para justificar todos los crímenes" (p. 39). Los Directores son vistos como "cinco chanchos vendidos". Hay en Francia un défaut absolu d'enthousiasme (p. 49); la gente comienza a odiar a los parlementaires vaniteux (p. 70). En otras palabras: ¡Que se vayan todos!

Bonaparte y el poder ejecutivo

"Moi ou le chaos" — Napoléon.

Napoléon tiene un gran mérito: es uno de los primeros hombres de acción en percibir los graves inconvenientes derivados de la extrema debilidad del poder ejecutivo. Villepin desempolva la correspondencia entre el general de veintiseis años y el Directorio, en mayo de 1796, y encuentra esta joya: "Je crois très impolitique de diviser en deux l'armée d'Italie, il est également contraire aux intérêts de la république d'y mettre deux généraux différents" (p. 31). Es decir: los políticos de París parecen no comprender que las primeras hazañas militares del joven corso, obtenidas en Italia, obedecen (en buena medida) a su manejo discrecional de las fuerzas a su disposición. El resultado de compartir el mando, agrega Bonaparte, será ... perder Italia. Es la primera manifestación de Napoleón en el sentido de la indivisibilidad del poder ejecutivo. Un año y medio más tarde, en una carta al ministro de asuntos extranjeros Talleyrand, el general afirma que "los franceses aún somos muy ignorantes en la ciencia política moral. Aún no hemos definido lo que entendemos por poder ejecutivo, legislativo y judicial" (p. 95). Concluye la carta con un llamado a un exécutif puissant.

Sin embargo, esta misma percepción comporta un grave riesgo: el (necesario) fortalecimiento del poder ejecutivo puede ir ... demasiado lejos. Hacia finales de 1797, Villepin detecta las primeras señales de la exageración que terminará por hundir el sueño napoleónico; Bonaparte expone los rudimentos de su "programa" a diputados que vienen a visitarlo: concentración de la autoridad, marginalización de los parlamentarios, disminución de la libertad de prensa (p. 95). En diciembre de ese mismo año, lanza su primera advertencia a Europa, siempre disfrazada de liberté: "Cuando la felicidad del pueblo francés descanse sobre mejores fundamentos, toda Europa será libre". Pero el momento del nuevo golpe de Estado aún no ha llegado. Napoléon opta por embarcarse en la aventura de Egipto. (El episodio no es relevante desde el punto de vista institucional, pero vale la pena leer el relato de Villepin: el paso de Napoleón por países musulmanes se salda con miles de muertos, una inesperada "jihad" anti-francesa, una derrota naval contra los ingleses, y el cobarde abandono de sus tropas — todo cuidadosamente escondido por la máquina de propaganda que ya tiene montada en Francia).

La descripción del golpe de Estado de Brumario (noviembre de 1799) es sorprendente. Napoléon se comporta con gran torpeza; no habla bien en público; se desmaya y por momentos pone en peligro toda la empresa. La intervención de su hermano lo salva. El Consulado, que reemplaza al Directorio, está conducido inicialmente por un Triunvirato: Napoléon, Sieyès, Ducos. Estos últimos son rápidamente eliminados, y Bonaparte se transforma en Primer Cónsul en diciembre de 1799. De a poco logra su gran primer gran objetivo: la clara unidad y preponderancia del poder ejecutivo. El plebiscito, escandalosamente fraudulento (lo organiza Lucien), lo confirma en el poder. Los eventos de Brumaire llevan a Villepin a formular una tesis que no comparto. Según Villepin, los comienzos ilegítimos del nuevo régimen "condenan" a Napoleón a espectaculares actos futuros en busca de legitimidad: "Souillé à sa naissance, il est alors condamné à éblouir pour survivre" (p. 139). El autor se inspira en Benjamin Constant: "A partir de ahora, la ilegitimidad lo persiguirá como un fantasma" (p. 147). Creo que Villepin se hace ilusiones sobre los comienzos de los regímenes políticos. La propia Convención Federal de Filadelfia fue claramente ilegal y subversiva. Por algo Burke decía: "There is a sacred veil to be drawn over the beginnings of all government".

En otras palabras: el problema no está necesariamente en la legitimidad o ilegitimidad fundacional del régimen (Villepin habla de un coup d'Etat fondationnel). No son preguntas que se hicieron individuos como Guillermo el Conquistador, Guillermo de Orange, o Vladimir Putin, para dar un par de ejemplos. El problema está en la auto-limitación subsiguiente del poder: ahí nace la estabilidad de largo plazo de un régimen. Este punto marca la gran diferencia entre Napoléon Bonaparte y George Washington (el estadounidense muere pocas semanas después del golpe de Brumaire). Ambos líderes coinciden en muchos aspectos: necesidad de unidad y firmeza en el poder ejecutivo (¿será por su outlook militar?); comienzos ilegítimos; fenomenal ambición; enorme sed de gloria; importancia de la religión y de la moral (p. 211), etc. Pero la diferencia clave está en la capacidad de auto-control: de hierro en Washington, de papel en Bonaparte. Napoleón, dice Villepin, "es un egocéntrico integral, manejado tanto por su pasiones como por sus ideas ... es un ser de pasión" (pp. 170, 200). De esta capacidad de auto-contención deriva la respuesta a un interrogante clave: ¿Debe el poder ejecutivo absorber a los demás? No para Washington, sí para Napoleón, que afirma de manera equívoca: "Le pouvoir ne se partage pas".

Napoleón se toma un tiempo antes de iniciar su ofensiva en Europa. Según Villepin, los cuatro años entre Brumaire (finales de 1799) y el Imperio (1804) constituyen "el más bello período de nuestra historia" (p. 179). La Paz de Amiens, firmada con Gran Bretaña en 1802, aporta un bienvenido break de prosperidad económica. Noto que Villepin se refiere en general a l'Angleterre, no a Gran Bretaña: un clásico tanto en Napoleón como, mucho más tarde, en Charles de Gaulle. (Abundan, dicho sea de paso, las similitudes entre ambos militares: la propaganda tous azimuts, la politique de grandeur, el plebiscito sobre el poder ejecutivo, etc.) El Cónsul se dedica a la "reforma" institucional, que se parece más bien a un retorno a la monarquía del siglo XVIII — aunque mucho más eficiente. La idea es crear una sociedad "verticalizada", con funcionarios regionales (prefectos) directamente nombrados por París. Villepin lo repite una y otra vez: la idea explícita es deshacer los contre-pouvoirs (pp. 219, 243). Napoleón controla los nombramientos al Senado, limita el derecho de voto, y opta —en materia de organización judicial— por "claquer la porte à Montesquieu" (p. 223). Salvo los jueces de paz, todos los demás son directamente nombrados, promovidos y ... echados por él. El papel de los jurados —legado de Jefferson a la Revolución francesa— sufre una drástica disminución (Villepin no cita al respecto la excelente crítica de Tocqueville). La censura es completa: circulan muy pocos periódicos. Uno de ellos es Le Moniteur, convertido en diario oficial en el cual escribe el propio Napoleón.

El Código Civil merece una referencia aparte. Toda la cultura política "latina" siente fascinación por el Code Napoléon. "Mi verdadera gloria", dice Napoleón en Santa Helena, "no vendrá por las 40 batallas que gané; Waterloo borrará el recuerdo de tantas victorias. Lo que nada borrará, lo que vivirá eternamente, es mi código civil" (p. 233). En lo personal, nunca compartí el entusiasmo por el código. La excesiva codificación genera un sistema jurídico inflexible, poco abierto a la "cultura del precedente" — el secreto de la independencia judicial. (Hay jueces argentinos que toleran robos porque no están codificados, como algunos delitos informáticos). Pero es el propio Villepin quien nos informa acerca del verdadero propósito del Código Civil: "Vaciar la representación parlamentaria de su razón de ser, aunque manteniéndola en su lugar para entretener la ilusión de la libertad" (p. 233). ¡Nada mal! Otro tema bien tratado es la deriva de la monarquía —en el sentido de Polibio— hacia la tiranía. El monarca tiene legitimidad: es el que pone fin a la anarquía. El tirano, en cambio, construye un "castillo de naipes" que se derrumbará junto a él (p. 247). Nada ilustra mejor el camino de la monarquía hacia la tiranía que la brusca reacción de Napoleón al atentado fallido (con explosivos) del 24 de diciembre de 1800: "¡Necesito sangre!" Sin la menor preocupación por la justicia, Bonaparte exige por lo menos una igual cantidad de guillotinados que de víctimas del atentado original. Y va un paso más allá: en febrero de 1801 crea 32 tribunales especiales, capacitados para juzgar civiles y militares sin jurados, sin derecho de apelar, etc.

Villepin habla de un "peligroso desliz autoritario, acompañado de un refuerzo de la policía secreta" a manos de Fouché. ¡Anaciclosis napoleónica! Llega un nuevo "apretón" a la prensa, que Napoleón considera "una amenaza temible" (p. 256). "Si le suelto la brida a la prensa, no aguanto tres meses en el poder" (p. 256). Un decreto de 1800 suprime 73 diarios; quedan solamente 13. Otro decreto de 1803 parece una broma de mal gusto: "Para asegurar la libertad de la prensa, ningún librero podrá vender una obra sin antes haberla presentado a una comisión de revisión" (p. 257). La gente no es idiota: el oficialista Moniteur Universel es conocido popularmente como Menteur Universel; un diario ultra-oficialista ve caer la cantidad de abonados de 60 mil a 30 mil en pocos años. Cuando obtiene el título de Cónsul Vitalicio, en 1802, Napoleón acelera la ofensiva contra las instituciones. Se trata, una vez más, de "suprimir todos los contra-poderes" (p. 262). El poder legislativo queda destruido: pierde el derecho de convocar las sesiones y el de proponer jueces y candidatos al Senado; todos son designados por el Cónsul, que ahora también nombra a los alcaldes y a todos los jueces. Como bien dice Villepin: "Hay un solo elector" (p. 268). En el Consejo de Ministros, nadie puede presentar iniciativas. El valiente Lafayette —cuyo hijo mayor se llama George Washington Lafayette— protesta en una carta dirigida a Napoléon por su "régimen arbitrario" (p. 267).

Un sistema de des-gobierno

Villepin describe con lujo de detalles (y citas) el gobierno del "nuevo César". Unidad de poder, verticalismo y centralización son los ejes de un sistema mucho más autoritario que el del propio Luis XIV (previsiblemente, el autor se refiere al Roi-Soleil). Pero mientras que Luis XIV estaba "limitado por la costumbre", Napoleón barre con todos estos frenos: "Autant de freins qui ont lâché" (p. 330). El lema de Luis XIV, nec pluribus impar, se cumple como nunca bajo Bonaparte. Villepin habla de monarchisation et personnalisation du pouvoir; no duda en referirse al "usurpador" que, de la noche a la mañana, decide multiplicar por 12 su retribución financiera personal (pasa de 500 mil a 6 millones de francos en 1803). Napoleón, dice el autor, desprecia al pueblo francés por su carácter servil y aprovecha para tomar la más audaz de todas sus decisiones: el 18 de mayo de 1804 se auto-declara Emperador de Francia. Villepin dedica páginas enteras de Le soleil noir de la puissance a los estragos causados la existencia de posiciones hereditarias en los máximos niveles del poder político: a cambio del título de Emperador, los senadores también reclaman posiciones hereditarias, clara señal de degeneración del régimen.

Cuando Napoleón declara el Imperio, Villepin nota con sorpresa que la Bolsa de París no festeja: le parece una "paradoja" (p. 302). Desde mi punto de vista, la reacción del mercado financiero es perfectamente lógica: confirma la relación, propuesta por Montesquieu cincuenta años antes, entre despotismo y costo del capital. La pomposa ceremonia de coronación aumenta el escepticismo de los franceses. Cada vez más ciudadanos expresan (en privado) dudas sobre el nuevo régimen: temen, como el autor de Discours sur le couronnement de Buonaparte, la inminente apertura de un nuevo ciclo de violencia política. El propio Necker, que consideraba a Napoleón como l'homme dont la France avait besoin —para re-establecer la autoridad del poder ejecutivo— lamenta la creciente "ausencia de ley" (p. 273). La ausencia de ley, justamente, queda puesta de manifiesto con el asesinato del duque de Enghien, bien tratado por Villepin. Pero el principal mérito del autor consiste en recordar la fragilidad intrínseca del régimen napoleónico. El punto es importante en términos de nuestra cultura política. En la Argentina, los políticos y la intelligentzia siguen perfectamente convencidos —a pesar de las repetidas lecciones de la historia— sobre la equivalenca entre "concentración de poder" y "solidez del poder".

Desde este punto de vista, merece destacarse el comentario de Villepin sobre el peso de facteurs strictement conjoncturels. Hacia 1804, la debilidad estructural del régimen napoleónico está "camuflada" por la coyuntura favorable. (Leo estas líneas y pienso en los Sres. Menem y "K", ambos favorecidos en su momento por espectaculares coyunturas, que interpretaron como situaciones permanentes). Villepin se concentra en una debilidad particular del régimen: el esprit de cour, que considera el "veneno y la plaga de las monarquías" y también "el virus que infecta a las nuevas élites antes de contagiar la sociedad entera" (pp. 329-331). Cuando prevalece el espíritu de corte, el poder se debilita porque —entre otras cosas— decae la calidad de la información que los cortesanos le hacen llegar al príncipe. ¡Nadie tiene interés en dar malas noticias! [Al respecto, podemos recordar: (a) el entorno del Sr. Menem, divulgando falsa información sobre el supuesto éxito de Buenos Aires como sede olímpica, para mantener así sus privilegios; (b) los disparates sobre la "infalibilidad" del Sr. "K", expresados por Juan M. Abal Medina en septiembre de 2006]. Villepin resume el problema de manera magistral: "Le mensonge est la rançon de l'absolutisme. Avec le temps, plus personne n'ose lui dire la vérité en face" (p. 338). ¡Nadie se atreve a decirle la verdad! No hay incentivos para que circule buena información en el entorno de Napoleón. Al final, ni la propia policía secreta le proporciona datos confiables.

Villepin concluye: "Al someter a los hombres, Napoleón contribuye a degradarlos y a transformarlos en mediocres, sin ideas ni iniciativa. El autoritarismo niega la originalidad y desincentiva la fidelidad. Muy pronto su entorno no comportará sino un grupo de incompetentes, o traidores potenciales" (p. 339). Cuando despide a Talleyrand en 1807, Napoleón pierde al último ministro capaz de moderarlo: solamente zonzos (des sots) accederán a altos cargos. (¿Suena conocido?) Los verdaderos amigos se van; quedan aduladores sin talento político. Napoleón pierde el sentido de la realidad: "No ve más al mundo tal como es, sino según su voluntad" (p. 507). Villepin dedica comentarios interesantes al impacto del régimen napoleónico sobre el pensamiento: "La censura y la esterilización del pensamiento han matado toda trascendencia y toda libertad de evaluar" (p. 304); "El Imperio genera una abrumadora recesión del pensamiento" (p. 487). ¡Esterilización del pensamiento! ¡Recesión del pensamiento! En enero de 1803, Napoleón disuelve la Academia de Ciencias Morales; en 1805 entran en vigor nuevas restricciones a la libertad de prensa: cada diario es controlado por un "censor". La censura termina por perjudicar al propio Emperador; una cita de George Sand lo ilustra: "Las alabanzas oficiales le han hecho más daño que veinte diarios hostiles" (p. 487).

Conclusión: las inesperadas bondades del enfoque

"Cela finira mal" — Louis-Léopold Boilly.

Le soleil noir de la puissance es una larga y detallada descripción del fatídico ciclo que se inicia con la debilidad del poder ejecutivo en la Revolución francesa. El golpe de Estado de 1799, pensado para arreglar el problema, crea otro aún mayor. En lugar de respetar el nuevo orden constitucional, Napoleón opta por destruir sistemáticamente los "contra-poderes" y por auto-declararse Emperador. Enceguecido por la coyuntura favorable, Bonaparte cae víctima de la intensidad de sus pasiones. El vocabulario de Villepin lo ilustra bien: "borrachera", "obsesión", y "ceguera" del poder; "enfermedad" y "religión" de la gloria; "vértigo" del triunfo, etc. La "ansiedad extrema" es el rasgo saliente de su personalidad. Tras la derrota de Trafalgar en 1805, Napoleón emprende la conquista de Europa Continental para "ahogar" a Gran Bretaña. Su sueño es la monarquía universal centrada en ... su propia persona. Pero los verdaderos "ahogados" son los pueblos de Europa, sometidos a las demandas del servicio militar, a los impuestazos constantes y a los efectos del embargo comercial.

Para alguien acostumbrado a tratar el problema del poder hiper-concentrado desde el punto de su impacto sobre el costo del capital, el libro aporta una bienvenida dosis de aire fresco. El verdadero problema del despotismo, concluye Villepin, no es la tasa de interés: es el espíritu de corte. Cuando la adulación reemplaza la emulación, decae la calidad de la información; huyen los individuos de talento; desaparece la creatividad; se esfuma la iniciativa. Desde este punto de vista, el libro recuerda los volúmenes de Michael Grant sobre los emperadores romanos. Analizando obras de arte en la Roma del siglo III, Grant observa que —en el instante en que la uniformidad reemplaza a la individualidad— la decadencia se acerca a pasos agigantados. Este es, según Dominique de Villepin, el verdadero problema Napoleón.

[1] Biography of Fanny von Schnorr, 1902 (manuscrito no editado). Según mi hermano Horacio —el que mejor conoce el asunto— Fanny era de una belleza espectacular. Nace en Irlanda, al igual que Arthur Wellesley, el duque de Wellington. Se casa con el suizo-austriaco Adolph (Dolphy) Grohmann, y tienen varios hijos, entre los cuales mi bisabuelo —por el lado de mi madre— Adolph Grohmann (h).

[2] P. 35. Villepin cita el comentario de Hippolyte Taine: "A la souveraineté du roi, le contrat social substitue la souveraineté du peuple. Mais la seconde est encore plus absolue que la première, et dans le couvent démocratique que Rousseau construit sur le modèle de Sparte et de Rome, l'individu n'est rien, l'Etat est tout" (p. 37, nota).

[3] George Washington: "Farewell Address", septiembre de 1796. Este documento es redactado inicialmente por James Madison en 1792; lo corrge Alexander Hamiton en 1796, y John Jay supervisa el resultado final. Son, naturalmente, los tres autores del Federalista.

viernes, abril 11, 2008

FRENOS & CONTRAPESOS. NÉSTOR "K": ¿EL PEOR ENEMIGO POLÍTICO DE CFK?
. La Nación. "Kirchner reclamó diálogo y alineó al PJ"

La sensación que uno tiene a cierta distancia es que la Sra. CFK no debe temerle a la oposición formal, es decir a los demás "líderes" políticos. Carecen tanto de ideas como de carisma. Cuando estuve en Buenos Aires en el verano, no hubo —que yo sepa— ni una sola conferencia de prensa abierta del Sr. Macri. Todos sueñan con ser el próximo Menem, el próximo "K". Nadie expresa sueños fundacionales. De todas maneras, CFK no carece de enemigos políticos. Y no me refiero solamente al campo: me refiero más precisamente a ... su marido Néstor "K". Cualquier estudioso de la división de poderes sabe que un poder ejecutivo compartido, como el actual, es una receta para serios problemas. El Sr. "K" dejó bien claro en su discurso de ayer que él es el jefe.

Estamos frente a un clásico problema de ausencia de capacidad de auto-contención. Ciertamente, la autoridad política es algo muy necesario: de lo contrario la sociedad se dirige a la "horrorosa anarquía". Desde este punto de vista, Néstor "K" tiene el mérito de haber aceptado asumir en plena crisis (a Reutemann le faltó este coraje). Pero no es menos cierto que el poder necesita límites para ser efectivo — y esto requiere líderes con capacidad de auto-contención. Mientras pensaba estas líneas, se me ocurrió una tipificación más general del liderazgo político en función de esta doble virtud: autoridad y auto-contención. Este es el resultado:

[1] Los Fundadores. Tienen la virtud —increíblemente escasa— de combinar vocación de poder y capacidad de auto-contención. Candidatos: Abraham, Moisés, Licurgo, Guillermo de Orange, George Washington, Mariano Moreno, Fructuoso Rivera, José Gervasio Artigas (n'en déplaise à Borges), Manuel Bulnes, Mustafá Kemal Atatürk, Konrad Adenauer, Adolfo Suárez, Juan Carlos I, Deng Xiao Ping, Patricio Alwyn, Vladimir Putin (a prueba).

[2] Los Vacilantes. Tienen capacidad de auto-contención, pero les falta vocación de poder. Candidatos: José de San Martín, Carlos Reutemann.

[3] Los Autoritarios. Tienen vocación de poder, pero no logran contener sus pasiones. Candidatos: Mauricio de Orange, Wallenstein, Luis XIV, Napoleón Bonaparte, Simón Bolívar, Juan Manuel de Rosas, Juan Domingo Perón, Charles de Gaulle, Alberto Fujimori, Carlos Menem, Hugo Chávez, Néstor "K", Nicolas Sarkozy.

[4] Los "Cero-a-la-Izquierda". Carecen tanto de vocación de poder como de capacidad de auto-contención. Hay pocos, pero son fatales. Candidatos: Luis XVI, Fernando de la Rúa. Tal vez podríamos incluir aquí algunos reyes de Israel post-Salomón, y los líderes de la IV República francesa.

¡Se aceptan sugerencias!

miércoles, abril 09, 2008

CHOSES VUES ...

Una de arena, otra de cal. Adrián Ventura sintetiza con eficiencia el fallo de la Corte Suprema en el caso Patti: "el poder político tiene límites, y cuando se los avasalla se pone en riesgo el pluralismo". Entre los criterios utilizados por el máximo tribunal, leemos: "Si el Congreso pudiese excluir a un legislador electo de su banca, podría ocurrir que una persona sea rechazada por ser anarquista, socialista o por motivos religiosos o de género. Por eso, el Congreso no puede tener esa atribución". ¡Una de arena! La de cal viene de las páginas del diario español El País: el relanzamiento del Observatorio de Discriminación en los Medios genera duras críticas del corresponsal; la iniciativa, señala La Nación, ya fue fuertemente cuestionada por entidades periodísticas nacionales.

La administración de Cristina Kirchner, agrega El País, "considera a los medios como un elemento distorsionador de su imagen ante el público". Estamos frente a un obvio problema de lo que en el siglo XVIII ya empezaba a llamarse "la ciencia del gobierno": ¡Si nuestros gobernantes entendieran hasta qué punto se perjudican con estas pequeñeces! Los países cuya población tiene mayor acceso al capital en general y al crédito en particular tienen todos excelentes notas en materia de libertad de prensa. ¿Es tan difícil entenderlo? [Adrián Ventura: "Un fallo que valora el pluralismo", La Nación] ["Dura crítica de El País a la relación de Cristina con los medios"]

martes, abril 08, 2008

FRENOS & CONTRAPESOS. CUANDO LOS NÓRDICOS HABLAN DE GOBERNANZA ...
. Osmo Kuusi, Hanna Smith & Paula Tiihonen: "Russia 2017: Three Scenarios", Parliament of Finland

Cuando los Nórdicos hablan de gobernanza, presto atención. Cada vez me impresiona más la calidad institucional en Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia (Holanda, sin ser un país Nórdico, también merece ser mencionada). Leo, estudio los datos, viajo, intercambio e-mails y entiendo mejor porqué a un tal Jorge-Luis Borges le interesaban tanto estos países. Los comentarios reproducidos abajo están tomados de un informe oficial sobre Rusia producido por —nota bene— el Comité por el Futuro del Parlamento finlandés.

The courts’ corruption, limited independence, and ineffectiveness, and the lack of independence on the part of judges continue to be viewed as major weaknesses, however. In a functioning democracy, institutions have a meaning that goes beyond formal laws and official state organisations. Democracy and good governance also encompass such things as stability and the assurance of justice, a respect for the law, fairness, public access and openness, official ethics, confi dence in the political-administrative system, and fostering the common and public good. Through the various phases of Russian history, laws have changed rapidly, and it has been too easy to place oneself above them.

In practice, completely ordinary citizens have also been able to circumvent the law by paying off the authorities. Many politically important trials have resulted from negotiations between a political party and the court. In the competitive global economy, states also compete in expertise, creativity, and innovativeness. Stable societal development presupposes that the foundations of power and its division between institutions and the people are clear. Just like political institutions, the institutions of justice -the laws, courts and judges- have been established in proper fashion in Russia. The justice system functions unreliably, however, and lacks regularised modes. A legally distinct right of ownership is, however, an important precondition to an interest in investing.

lunes, abril 07, 2008

CHOSES VUES ...

- ¡Economía & "Rule of Law"! ¡Por fin! Desde hace AÑOS insistimos en este blog que los economistas deben entender un mínimo de rule of law. (Pregunta: ¿Hubiera aumentado las retenciones el Sr. Lousteau si hubiera leído y meditado Magna Carta?) Ahora The Economist publica una larga nota sobre la creciente importancia de esta idea desde el punto de vista económico. ¡Excelente! El proceso descrito por The Economist es exactamente el que yo viví: del colapso del "Consenso de Washington" (Menem) a la idea del ... rule of law. "The better the rule of law, the richer the nation". ¡Si señor! Otra idea: pasar de un nivel elemental de desarrollo a uno superior requiere un cambio cualitativo en el rule of law. En este blog, sostenemos que este proceso refleja el menor costo del capital que resulta del "boom" en la oferta de recursos prestables al estabilizarse la propiedad. Pero hay un problema de conocimiento: ¿Qué es el rule of law exactamente? Ya mismo me pongo a trabajar en una síntesis de las entradas de este blog en los últimos años. [The Economist: "The rule of law has become a big idea in economics"] [Steve de Angelis: "Development and the rule of law"] [Magna Carta]

- Acuerdo de libre cambio entre China & Nueva Zelanda. El país mejor gobernado del mundo, de acuerdo a nuestro Índice de Frenos & Contrapesos Institucionales, acaba de firmar un acuerdo de librecambio con el gigante chino. Las tarifas que China impone a las exportaciones neocelandesas se irán eliminando gradualmente, y desaparecerán en 2019. Un autor francés del siglo XVIII, que está siendo "re-descubierto" (y que tuvo una decisiva influencia sobre los revolucionarios de América del Sur hacia 1810) pensaba que el comercio, además de su importancia económica, era un factor de ... paz y civilización. Comerciar implica entrar en contacto. Estoy convencido que tenía razón. Estamos viviendo una época realmente increíble. [Dan Eaton: "Landmark Chinese trade pact signed", Stuff] [Índice de Frenos & Contrapesos]

- Frenos & contrapesos en ... Japón. Muy interesante artículo del Wall Street Journal Asia sobre la creciente importancia del Democratic Party of Japan (DPJ) en su papel de "institutional check" al Partido Democrático Liberal (LDP). Según Tobias Harris, el DPJ está consiguiendo generar un gran debate nacional sobre el impuesto a la gasolina de 25 yens, tradicionalmente utilizado por los caciques del LDP para financiar proyectos de dudoso valor económico — pero muy rentables políticamente. Harris llama la atención sobre un punto interesante, que pocas veces se considera desde la ópitca de los frenos y contrapesos: el solo hecho que exista el debate permite a nuevos y jóvenes líderes hacer su entrada en el escenario político. En Argentina nos quejamos de la ausencia de jóvenes políticos con ideas innovadoras. Sin debate, sin Congreso, es difícil que aparezcan. [Tobias Harris: "A Divided Diet", Wall Street Journal] [Blog: Observing Japan]

domingo, abril 06, 2008

CHOSES VUES ...

- El poder ejecutivo & el desbarajuste institucional. Cuando empecé a estudiar en serio la división y el equilibrio de poderes, hacia 1999-2000, concentré mi atención sobre dos problemas: la independencia judicial y la división de la soberanía, esta última entendida como poder legislativo en la tradición de Bodin, Rousseau y Adams (es decir no en el sentido territorial que habitualmente se le da en Argentina). Ahora, en cambio, me fascina la problemática del poder ejecutivo. Creo que se trata de una perspectiva útil para entender la presente crisis argentina. A largo plazo, no hay salida sin independencia judicial; la división del poder legislativo es, lo admito, una cuestión más debatible. Pero ahora estamos frente a una urgencia de corto plazo que podemos formular de esta manera: ¡EL PODER EJECUTIVO NO PUEDE SER DIVIDIDO!La actual división del ejecutivo está debilitando el poder político en su conjunto al punto del absurdo. El ejemplo más claro es la rivalidad entre Martín Lousteau (de la Sra. Cristina) y Guillermo Moreno (del Sr. "K").

En una nota de La Nación, si no me equivoco, leí que el reciente aumento de las retenciones fue decidido por Lousteau —al menos en parte— para demostrar su poder ante Moreno. Hoy en día, la presencia de Néstor "K" es innegable. José Ignacio Lladós escribió hace poco, luego de un acto kirchnerista: "[Néstor] Kirchner la siguió [a Cristina, a la Casa Rosada], aunque para no generar comentarios entró por una puerta lateral. Piedra libre. Más tarde, repitió lo que solía hacer cuando era presidente: se dirigió derechito a la oficina de Alberto Fernández, pegada a la de la jefa del Estado. De eso también se habló en los pasillos de la Rosada". En su nota de hoy, Joaquín Morales Solá da más ejemplos. Todo esto es completamente inadmisible. La Sra. Crsitina debe ejercer el poder ejecutivo de manera EXCLUSIVA. Su prestigio está en juego. [José Ignacio Lladós: "En voz baja, hubo críticas al manejo de la crisis con el agro", La Nación] [Joaquín Morales Solá: "Ante una crisis política y de popularidad", La Nación]