lunes, febrero 26, 2007

LIBROS & ENSAYOS. NATALIO BOTANA Y EL ESPÍRITU DE LOS CHECKS & BALANCES
. Natalio Botana. Poder y hegemonía. El régimen político después de la crisis (Buenos Aires: Emecé, 2006), 252 páginas.

Escribir sobre la historia política reciente de la Argentina desde el punto de vista del imperio de la ley, de la división de poderes y de los checks and balances es todo un desafío. Estos temas no despiertan pasiones ni polémicas; su tratamiento requiere una gran dosis de cautela ― y de lo que el propio Natalio Botana llama "el desdén por las respuestas rotundas". Bien lo sabía el barón de Montesquieu: en el prólogo del Espíritu de las leyes advierte al lector sobre el "mortel ennui" (tedio mortal) que suele suscitar la lectura de estos libros.

Afortunadamente, no hay lugar ni tiempo para el tedio en Poder y hegemonía: lo leí en un par de días, tomando copiosas notas. En esta reseña centraré la atención sobre los siguientes puntos: el método de Botana, la distinción entre democracia hegemónica y democracia republicana, y la noción de checks and balances. Los dos primeros muestran un autor en la plenitud de su capacidad, y convierten al libro en una referencia obligatoria para entender la política argentina del siglo XXI. El breve y casi enigmático tratamiento de los checks and balances, en cambio, plantea tantas dudas como respuestas.

El método del Dr. Botana
En una reciente reseña publicada en La Nación, Bartolomé de Vedia define el método de Natalio Botana como "interdisiciplinario". Esto es muy cierto: el estudioso del equilibrio de poderes debe combinar sólidos conocimientos de teoría política clásica y de historia local y mundial; debe, además, informarse sobre los acontecimientos actuales en la escena internacional. Asi trabajaban John Adams, James Madison, y ―entre nosotros― Mariano Moreno, tres autores importantes en la teoría y práctica de la democracia republicana. Mi sensación es que Natalio Botana cumple estas condiciones mejor que cualquier otro comentarista argentino actual.

Comencemos por los clásicos. El apéndice de Poder y hegemonía (páginas 219 a 234) es un refrescante ejercicio de erudición: hay referencias a Rousseau, Montesquieu, Kant, Tom Paine, Gregorio Funes, Maquiavelo, Quentin Skinner, Isaiah Berlin, Norberto Bobbio, Max Weber, y George Washington (este último merecedor, en mi opinión, de un estudio detallado para lectores de Hispanoamérica). Botana no menciona al griego Polibio, pero las referencias a los “ciclos de desencanto y entusiasmo” (p. 108), a los “ciclos sucesivos de populismos, dictaduras y ... fragilidad de los partidos políticos” (p. 168), y al “desliz hacia la demagogia” (p. 170), muestran que conoce bien el esquema de la anaciclosis polibiana. La mención del “choque de ambiciones” (p. 40) sugiere una atenta lectura de Montesquieu y del Federalista, textos que Botana había mencionado ampliamente en su libro de 1998, El siglo de la libertad y el miedo.

El dominio de los clásicos es también visible en el tratamiento de los partidos políticos ― una especialidad del autor. Como decía el inglés Jonathan Spelman a mediados del siglo XVIII, "no hay libertad sin partidos políticos". En una democracia republicana, escribe Botana, los partidos políticos cumplen una "clásica función mediadora". La confusa situación de los partidos políticos argentinos es, desde este punto de vista, una fuente de preocupación para el autor. Para el lector interesado en la problemática de los partidos políticos en el marco de la historia de las ideas republicanas, las referencias a Burke, Bryce y Sartori resultan particularmente útiles. Aplicado a la Argentina, el análisis de Botana lleva a la siguiente conclusión:

... los nuevos partidos, si quieren realmente ser factores de cambio, no deberían reproducir maquinarias oligárquicas ni aparatos cerrados. Deberían, al contrario, dar testimonio de apertura y flexibilidad (y no confundir ... la auctoritas republicana con la tradición personalista que marcó a fuego nuestro desenvolvimiento político) [p. 50].

La historia argentina tampoco ofrece misterios para Natalio Botana. Lo más destacable desde este punto de vista es la constante referencia al papel de las provincias y de los caudillos provinciales. El autor está lejos de cualquier tentación etnocéntrica-porteña que daría una imagen distorsionada de la realidad. Por el contrario, siempre es necesario ―argumenta Botana― mantener una mirada "desde el ángulo provincial" y entender "las raíces provinciales de la hegemonía". Desde el punto de vista metodológico, esta percepción tiene una importancia central para el estudio de la situación política de la Argentina.

Finalmente, varias referencias demuestran el interés del autor por el impacto ―desde el punto de vista institucional― de los eventos contemporáneos en la escena internacional. Botana se refiere, por ejemplo, al "escenario de la conexión omnipresente", una clara referencia al mundo de los nuevos medios digitales [1]. El autor también menciona la independencia de los bancos centrales en Europa y el "doble régimen legal" de la Unión Europea, temas recientemente analizados en el marco del gobierno mixto [2]. En suma: el dominio de los clásicos, de la historia argentina y de los eventos contemporáneos convierte a Natalio Botana en un autor especialmente calificado para analizar el cambiante régimen político del país.

Democracia hegemónica vs. Democracia republicana
Llegamos así a la tesis central de Poder y hegemonía: en la Argentina, la "democracia hegemónica" se ha impuesto ―con una legitimidad muy cuestionable― al ideal de la "democracia republicana". Claramente alineado con la perspectiva republicana, Natalio Botana disecta sin piedad el actual régimen. Dominan las palabras “instituciones” (utilizada en 125 oportunidades) y "hegemonía"(85 menciones). La democracia hegemónica se basa en el majority rule tan temido por los griegos clásicos por los riesgos que significa en términos del imperio de la ley. Así, el régimen político argentino es un "principado popular" (p. 14).

La división de poderes, el eje central de la democracia republicana, desaparece en los hechos ―aunque no formalmente― en la democracia hegemónica. Los "movimientos" reemplazan a los partidos políticos; el "imperio de la ley" y el "debido proceso" ceden su lugar a los decretos de emergencia y a los "super-poderes" a favor del poder ejecutivo; la independencia judicial, que Botana juzga "de importancia capital", se convierte en una quimera, y la ley pasa a ser "una palanca para prolongar la lucha entre enemigos". La privación de justicia, tan común en la Europa del feudalismo medieval, reaparece en nuestra historia reciente (Botana analiza en detalle los casos del atentado a la AMIA y la tragedia de Cromañón). Finalmente, la propia libertad de prensa ―pilar de la democracia republicana― es amenazada por un Presidente en constante "confrontación verbal con los medios independientes de comunicación".

La descripción de la democracia hegemónica proporciona la oportunidad para las mejores expresiones idiomáticas del libro: "desierto de instituciones" (p. 149), "subdesarrollo institucional" (p. 156), "vertedero de intenciones hegemónicas fracasadas" (p. 100), etc. Describir el régimen hegemónico es el propósito fundamental del libro: como señala en el prólogo, el autor no pretende ―a la manera, por ejemplo, de Marcos Aguinis [3]― ofrecer una "hoja de ruta" para salir del régimen hegemónico, sino una detallada "observación" de su funcionamiento.

Y es precisamente aquí donde encontramos los elementos más valiosos del análisis. En primer lugar, la hegemonía no es un régimen sólido. Es más: tiene "patas cortas" y "pies de barro". Botana no da muchas precisiones al respecto, y deja al lector con ganas de saber más. Pero esta afirmación en sí es imporante, y coloca al autor a contra-mano de la cultura política prevaleciente, que tiende a identificar ―erróneamente― poder concentrado y eficacia en la tarea de gobierno. En segundo lugar, la democracia hegemónica, aunque a menudo intente dar una imagen de "progresista" y "federal", es en el fondo un régimen conservador y unitario. Food for thought.

Natalio Botana y los checks and balances
Aquí entramos en la parte más enigmática del libro. Natalio Botana escribe:

Con ánimo de esquematizar podríamos decir que mientras nuestra constitución ideal es aquella que descansa en el delicado equilibrio de los checks and balances entre poderes distintos, nuestra constitución real, en cambio, es aquella que impone el predominio de los presidentes, gobernadores, e intendentes (p. 208).

Leí y releí esta frase, muy parecida a la que figura en un artículo del autor publicado en La Nación del 2 de agosto de 2006 [4]. Botana opta por no traducir checks and balances al castellano: no parece muy convencido por la expresión "frenos y contrafrenos", que emplea en el prólogo (p.14). Al márgen de la traducción, el fugaz tratamiento de los checks and balances (el término reaparece en el apéndice) despierta algunas dudas. Botana se refiere en repetidas oportunidades a la división de poderes, a la independencia judicial y a la libertad de prensa, pero lo hace en cada caso de manera aislada, sin integrar estos elementos en un intento de definición de los checks and balances.

Es lícito preguntarse, por otra parte, si alguna vez en nuestra historia la constitución ―real o ideal― ha descansado sobre el equilibrio de poderes. Hay razones para dudarlo. En 1999, el académico estadounidense Jeremy Adelman publicó un libro sobre la historia de las instituciones políticas de la Argentina, en el cual le reprocha a Juan Bautista Alberdi y a sus contemporáneos el haber abandonado (ditched) la idea de los checks and balances [5].

El planteo de Adelman resulta particularmente interesante en el contexto del libro de Natalio Botana porque incluye una referencia importante a los "controles externos" al poder político. Adelman se refiere a declaraciones de derechos al estilo de las diez primeras enmiendas a la constitución federal de los Estados Unidos, cuyo objeto es limitar la soberanía del gobierno en lo referido a la libertad religiosa, la libertad de prensa, el habeas corpus, el juicio por jurados, etc.

Se trata de textos redactados con tono frío, legalista y formal, por una buena razón: para ser efectivos, deben ser susceptibles de interpretación legal en los tribunales. En otras palabras: si la limitación de la soberanía es necesaria para implementar los checks and balances, estamos muy lejos del espíritu de declaraciones cuasi-románticas a las que el Dr. Botana parece adherir en su discusión sobre la "cláusula de progreso" de nuestra Constitución (p. 182).

Al proclamar a los cuatro vientos ideas como la hermandad y la solidaridad entre los ciudadanos, este segundo tipo de declaraciones ―nacido del entusiasmo de la Revolución francesa― puede funcionar como herramienta de propaganda política, pero difícilmente podrá ser considerado como parte de una "constitución de los checks and balances". La pretensión de "volar alto" transforma a estas declaraciones, en los hechos, en poco efectivas; su vaguedad e imprecisión les quita toda seriedad como fuentes de jurisprudencia (Veáse, por ejemplo, la incumplible constitución "bolivariana" de Venezuela, o la propuesta del llamado Partido Humanista de incluir "el derecho al goce sexual" en la constitución argentina en 1994).

A esta altura de la historia argentina ―a punto de cumplir doscientos años de ciclos políticos― podemos dudar de la sabiduría de nuestros gobernantes para "sancionar leyes" (p. 182) o "dictar leyes" (p. 183) que aseguren el progreso en el marco de las libertades republicanas. De hecho, el espíritu de los checks and balances es precisamente el opuesto: se trata de limitar el daño que inevitablemente harán políticos dotados de un poder soberano absoluto.

Así las cosas, resulta difícil entender cómo el Dr. Botana intenta conciliar las "claúsulas de progreso" con la idea de checks and balances. Como señala Roger Osborne en su reciente racconto de la civilización occidental: "Americans were given representative government, but also protection from government" [6]. En definitiva, el estudioso de los checks and balances no tiene más remedio que leer y re-leer a John Adams ― por algo fue el que acuñó la expresión en 1787.

Conclusión: un año muy productivo
El año 2006 parece haber sido particularmente productivo para Natalio Botana: hemos leído sus columnas para La Nación, unos comentarios en la revista Criterio, y una colaboración en un libro sobre la brecha entre América Latina y los Estados Unidos, editado por Francis Fukuyama [7]. Designado Profesor Emérito en la Universidad Di Tella, Botana también integró el jurado del premio de ensayo de La Nación.

Poder y hegemonía es la culminación de un esfuerzo intelectual que deja planteado un tema de enorme importancia para la cultura occidental, pero que nunca fue integrado satisfactoriamente al repertorio de las ideas políticas argentinas: la noción de checks and balances. Saludo la presencia de estas palabras como una verdadera primicia en la Argentina. Aún queda mucho por hacer para definir más precisamente el alcance de esta idea en el contexto histórico del país. Pero no hay dudas que Poder y hegemonía es un trabajo pionero: como dice Bartolomé de Vedia, "hacía falta este libro". Me agrada saber que soy dueño de un ejemplar de la primera edición.

[1] Estos nuevos medios están ejerciendo una creciente influencia desde el punto de vista institucional. La revista francesa L’Express se refiere a la Internet como al "quinto poder".

[2] Werner Bonefeld: "Europe, the Market and the Transformation of Democracy", Journal of Contemporary European Studies, Vol. 13, No. 1, 93-106, April 2005

[3] Marcos Aguinis. ¿Qué hacer? Bases para el renacimiento argentino. Buenos Aires: Planeta, 2005.

[4] Natalio Botana. “Peligros del reeleccionismo”, La Nación, 2 de agosto de 2006.

[5] Jeremy Adelman. Republic of Capital. Buenos Aires and the Legal Transformation of the Atlantic World. Stanford University Press, 1999.

[6] Rober Osborne. Civilization. A New History of the Western World. Londres: Jonathan Cape, 2005, p. 323. (Énfasis nuestro).

[7] Francis Fukuyama (ed.) La brecha entre América Latina y Estados Unidos. Fondo de Cultura Econóica, 2006.

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