LIBROS & ENSAYOS. Lecciones de la primera democracia
. Paul Woodruff. First Democracy. The Challenge of an Ancient Idea. Nueva York: Oxford University Press, 2005
En el avión de Amsterdam a Buenos Aires me dediqué a leer estas reflexiones sobre la historia de la democracia en Atenas, a cargo del prof. Paul Woodruff, de la Universidad de Texas en Austin. Tenía diez u once años cuando mi padre me regaló el espléndido volumen Les Grecs, con textos de Michel Massian e ilustraciones de René F. Follet. Más de 30 años después, en mis investigaciones sobre la historia del equilibrio de poderes, vuelvo a leer sobre los griegos.
A Woodruff no le interesa mucho el gobierno mixto (mikte), a pesar de ser considerado por muchos como la idea central del pensamiento político de los griegos antiguos (*). Woodruff se concentra en la noción típicamente ateniense de democracia, sin prestar atención a los aportes posteriores de Platón y Aristóteles.
De hecho (y esta es para mí una novedad interesante) los grandes "poetas de la democracia" —Sófocles, Esquilo y Eurípides— proveen más información sobre la democracia de Atenas en su esplendor que estos filósofos desilusionados con la decadencia del régimen. Woodruff define a la democracia como el "gobierno por y para la gente", un ideal que conlleva los siguientes principios: negación de la tiranía, armonía, imperio de la ley (nomos), igualdad natural, sabiduría ciudadana, educación o cultura general (paideia).
Democracia vs. gobierno de la mayoría
La democracia, señala Woodruff, es a menudo confundida con su doble: el gobierno de la mayoría (majority rule). Pero esta idea "seductora e intoxicante" tiene poco que ver con la democracia. Si la mayoría se auto-eleva por encima de la ley, actúa como un tirano — algo odiado por los atenienses. La tiranía de las mayorías "mata a la libertad de la misma manera que cualquiera otra tiranía".
El gobierno de la mayoría es "positivamente anti-democrático". Y este no es su único problema: en la medida que excluye a las minorías del proceso político, el gobierno de la mayoría se vuelve inestable — las minorías no aceptan fácilmente el ostracismo. Cuando los funcionarios argentinos le recuerdan sistemáticamente a sus críticos los millones de votos que recibieron (mientras promueven la politización de la justicia), están actuando de manera ... no-democrática.
Los atenienses dividieron el poder de la Asamblea (que sesionaba en permanencia con los primeros 6 mil ciudadanos en presentarse), creando el Consejo de los Quinientos. Estos magistrados —elegidos cada año por sorteo entre las 10 tribus— filtraban las resoluciones que la Asamblea podía aprobar. Otro "freno" al abuso del poder de la mayoría era la acción legal (abierta a cualquier ciudadano) contra gobernantes sospechados de tomar medidas anti-constitucionales.
Libertad vs. tiranía
Según Paul Woodruff, la concepción clásica de la democracia ateniense enfatizaba el carácter absurdo del gobierno tiránico. Todo tirano enfrenta al menos dos problemas de gestión: el pésimo nivel de sus colaboradores, y la (igualmente pésima) calidad de la información que recibe. El tirano, dice Eurípides, "mata a los mejores y a cualquiera que sea inteligente, porque teme por su poder". Se rodea de yes-men.
Por otra parte, ni los colaboradores más cercanos se atreven a darle malas noticias; la tiranía le "declara la guerra al conocimiento". Entre las señales de un gobierno que se va transformando en tiránico, los atenienses destacaban: el constante temor a perder posiciones, la auto-elevación por encima de la ley, el rechazo sistemático de las críticas, la negativa a rendir cuentas sobre su gestión, la negativa a aceptar consejos de personas que no buscan favores. Todo esto es bastante aplicable, me parece, a la historia reciente de América Latina.
El imperio de la ley
En el año 399 (ya lejos del esplendor de la democracia de Pericles), Sócrates es condenado a muerte. Amigos adinerados le ofrecen "coimear" a los guardias de la prisión, y sacarlo antes de la hora prevista para la ejecución. Pero Sócrates se niega: al escaparse de la cárcel, se estaría colocando por encima de la ley. Es la tercera vez que el filósofo arriesga su vida a favor del imperio de lo legal — y esta vez es la vencida.
Para Sócrates, concluye Woodruff, el imperio de la ley vale más que la vida de un filósofo. La corrupción de la ley tiene costos, y Sócrates se niega a ser cómplice en su destrucción. Woodruff, un autor claramente alineado con corrientes de pensamiento "pogresistas", analiza a continuación el "fatal error" de Atenas: convertirse en imperio. Al hacerlo, Atenas destruyó la frágil noción de "derecho internacional". Lo único que consiguió fue ... cavar su propia tumba política.
(*) Scott Gordon. Controlling the State. Constitutionalism from Ancient Athens to Today. Harvard University Press, 1999.
martes, diciembre 12, 2006
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