domingo, mayo 25, 2008

CHOSES VUES ...

- Paz, comercio, globalización. Vivimos probablemente en la época más pacífica de la historia. El comercio —y no el "Ministerio de la Producción" del Sr. Duhalde— sacó a la Argentina de su peor crisis. Durante la Guerra Fría, China y la Unión Soviética eran duros adversarios. Ahora China y Rusia son los mejores amigos. Según el Financial Times:

Both political and trade ties between Russia and China are much improved in recent years. Commerce is flourishing. Two-way trade rose 44 per cent to more than $48bn in 2007, a five-fold increase in the eight years since Mr Putin came to power. They have joined forces in the Shanghai Cooperation Organisation, bringing the countries of Central Asia into a security agreement seeking to counterbalance US influence in the region. Beijing and Moscow see themselves as part of a multipolar world. [Financial Times: "Russia’s aim in wooing Mr Hu"]

- W. G. Gwyn & el "Rule of Law". W.B. Gwyn, en su clásico sobre la división de poderes, define el rule of law como una situación en la que nadie es juez en su propia causa. Leí la frase y dos cosas me vinieron a la mente. En primer lugar, recordé el caso del Sr. Julio de Vido, cuya mujer preside (o presidió) un importante organismo de control de las cuentas públicas: imposible encontrar un mejor ejemplo de ausencia de rule of law. En segundo lugar, recordé la investigación policial sobre las acusaciones de pagos ilegales al primer ministro de Israel Ehud Olmert: difícil encontrar un mejor ejemplo de alguien que no es juez en su propia causa. A la luz de estos dos datos, decidí "testear" el indicador de rule of law del Banco Mundial, con datos de 2006. La Argentina tiene 3.6/10, Israel 7.0/10. No hay mucha ciencia. [W. B. Gwyn. The Meaning of the Separation of Powers. An Analysis of the Doctrine from its origin to the adoption of the United States Constitution (Nueva Orleans: Tulane University, 1965] [Governance Matters 2007]

- ¿Preparando el liderazgo constitucional en la Argentina? La Nación menciona los trabajos del Foro del Bicentenario, integrado por Marcos Aguinis, René Balestra, Felipe de la Balze, Rosendo Fraga, María Angélica Gelli, Mariano Grondona, Juan Archibaldo Lanús, Félix Luna, Avelino Porto, Daniel Sabsay, María Sáenz Quesada y Horacio Sanguinetti. Según el matutino, el grupo se ha propuesto llegar a un consenso que permita "proyectar la república democrática recuperada en 1983 hacia un horizonte con mejores instituciones, más libertad, progreso económico y realización personal para todos los habitantes del suelo argentino". ¡Excelente! Contrariamente a la visión sugerida por un liberalismo romántico, las revoluciones exitosas —es decir, las basadas en frenos y contrapesos institucionales— son preparadas por minúsculas élites. Moisés actúa con un grupo reducido de seguidores; Licurgo lo hace con treinta amigos; la Convención Federal de Filadelfia tiene 55 participantes; la Transición Española se inicia con Juan Carlos I, Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda. ¿Pero quien implementa la revolución? Ahí está el principal problema. Se necesita un liderazgo político que combine una extraordinaria vocación de poder y —simultáneamente— la suficiente capacidad de auto-contención para: (1) someter las propuestas a un vasto proceso de ratificación democrática; (2) someterse a sí mismo al principio de la división de poderes y al imperio de la ley. [La Nación: "La patria ante un nuevo desafío"]

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