LIBROS & ENSAYOS. EL PROBLEMA NAPOLEÓN (PARTE II)
. Dominique de Villepin. Le soleil noir de la puissance 1796-1807. Paris: Perrin, 2007 (568 páginas)
[Nota: esta es la parte final de mi reseña del libro de Dominique de Villepin. Este es el texto completo].
Un sistema de des-gobierno
Villepin describe con lujo de detalles (y citas) el gobierno del "nuevo César". Unidad de poder, verticalismo y centralización son los ejes de un sistema mucho más autoritario que el del propio Luis XIV (previsiblemente, el autor se refiere al Roi-Soleil). Pero mientras que Luis XIV estaba "limitado por la costumbre", Napoleón barre con todos estos frenos: "autant de freins qui ont lâché" (p. 330). El lema de Luis XIV, nec pluribus impar, se cumple como nunca bajo Bonaparte. Villepin habla de monarchisation et personnalisation du pouvoir; no duda en referirse al "usurpador" que, de la noche a la mañana, decide multiplicar por 12 su retribución financiera personal (pasa de 500 mil a 6 millones de francos en 1803). Napoleón, dice el autor, desprecia al pueblo francés por su carácter servil y aprovecha para tomar la más audaz de todas sus decisiones: el 18 de mayo de 1804 se auto-declara Emperador de Francia. Villepin dedica páginas enteras de Le soleil noir de la puissance a los estragos causados la existencia de posiciones hereditarias en los máximos niveles del poder político: a cambio del título de Emperador, los senadores también reclaman posiciones hereditarias, clara señal de degeneración del régimen.
Cuando Napoleón declara el Imperio, Villepin nota con sorpresa que la Bolsa de París no festeja: le parece una "paradoja" (p. 302). Desde mi punto de vista, la reacción del mercado financiero es perfectamente lógica: confirma la relación, propuesta por Montesquieu cincuenta años antes, entre despotismo y costo del capital. La pomposa ceremonia de coronación aumenta el escepticismo de los franceses. Cada vez más ciudadanos expresan (en privado) dudas sobre el nuevo régimen: temen, como el autor de Discours sur le couronnement de Buonaparte, la inminente apertura de un nuevo ciclo de violencia política. El propio Necker, que consideraba a Napoleón como l'homme dont la France avait besoin —para re-establecer la autoridad del poder ejecutivo— lamenta la creciente "ausencia de ley" (p. 273). La ausencia de ley, justamente, queda puesta de manifiesto con el asesinato del duque de Enghien, bien tratado por Villepin. Pero el principal mérito del autor consiste en recordar la fragilidad intrínseca del régimen napoleónico. El punto es importante en términos de nuestra cultura política. En la Argentina, los políticos y la intelligentzia siguen perfectamente convencidos —a pesar de las repetidas lecciones de la historia— sobre la equivalenca entre "concentración de poder" y "solidez del poder".
Desde este punto de vista, merece destacarse el comentario de Villepin sobre el peso de facteurs strictement conjoncturels. Hacia 1804, la debilidad estructural del régimen napoleónico está "camuflada" por la coyuntura favorable. (Leo estas líneas y pienso en los Sres. Menem y "K", ambos favorecidos en su momento por espectaculares coyunturas, que interpretaron como situaciones permanentes). Villepin se concentra en una debilidad particular del régimen: el esprit de cour, que considera el "veneno y la plaga de las monarquías" y también "el virus que infecta a las nuevas élites antes de contagiar la sociedad entera" (pp. 329-331). Cuando prevalece el espíritu de corte, el poder se debilita porque —entre otras cosas— decae la calidad de la información que los cortesanos le hacen llegar al príncipe. ¡Nadie tiene interés en dar malas noticias! [Al respecto, podemos recordar: (a) el entorno del Sr. Menem, divulgando falsa información sobre el supuesto éxito de Buenos Aires como sede olímpica, para mantener así sus privilegios; (b) los disparates sobre la "infalibilidad" del Sr. "K", expresados por Juan M. Abal Medina en septiembre de 2006]. Villepin resume el problema de manera magistral: "Le mensonge est la rançon de l'absolutisme. Avec le temps, plus personne n'ose lui dire la vérité en face" (p. 338). ¡Nadie se atreve a decirle la verdad! No hay incentivos para que circule buena información en el entorno de Napoleón. Al final, ni la propia policía secreta le proporciona datos confiables.
Villepin concluye: "Al someter a los hombres, Napoleón contribuye a degradarlos y a transformarlos en mediocres, sin ideas ni iniciativa. El autoritarismo niega la originalidad y desincentiva la fidelidad. Muy pronto su entorno no comportará sino un grupo de incompetentes, o traidores potenciales" (p. 339). Cuando despide a Talleyrand en 1807, Napoleón pierde al último ministro capaz de moderarlo: solamente zonzos (des sots) accederán a altos cargos. (¿Suena conocido?) Los verdaderos amigos se van; quedan aduladores sin talento político. Napoleón pierde el sentido de la realidad: "No ve más al mundo tal como es, sino según su voluntad" (p. 507). Villepin dedica comentarios interesantes al impacto del régimen napoleónico sobre el pensamiento: "La censura y la esterilización del pensamiento han matado toda trascendencia y toda libertad de evaluar" (p. 304); "El Imperio genera una abrumadora recesión del pensamiento" (p. 487). ¡Esterilización del pensamiento! ¡Recesión del pensamiento! En enero de 1803, Napoleón disuelve la Academia de Ciencias Morales; en 1805 entran en vigor nuevas restricciones a la libertad de prensa: cada diario es controlado por un "censor". La censura termina por perjudicar al propio Emperador; una cita de George Sand lo ilustra: "Las alabanzas oficiales le han hecho más daño que veinte diarios hostiles" (p. 487).
Conclusión: las inesperadas bondades del enfoque
"Cela finira mal" — Louis-Léopold Boilly.
Le soleil noir de la puissance es una larga y detallada descripción del fatídico ciclo que se inicia con la debilidad del poder ejecutivo en la Revolución francesa. El golpe de Estado de 1799, pensado para arreglar el problema, crea otro aún mayor. En lugar de respetar el nuevo orden constitucional, Napoleón opta por destruir sistemáticamente los "contra-poderes" y por auto-declararse Emperador. Enceguecido por la coyuntura favorable, Bonaparte cae víctima de la intensidad de sus pasiones. El vocabulario de Villepin lo ilustra bien: "borrachera", "obsesión", y "ceguera" del poder; "enfermedad" y "religión" de la gloria; "vértigo" del triunfo, etc. La "ansiedad extrema" es el rasgo saliente de su personalidad. Tras la derrota de Trafalgar en 1805, Napoleón emprende la conquista de Europa Continental para "ahogar" a Gran Bretaña. Su sueño es la monarquía universal centrada en ... su propia persona. Pero los verdaderos "ahogados" son los pueblos de Europa, sometidos a las demandas del servicio militar, a los impuestazos constantes y a los efectos del embargo comercial.
Para alguien acostumbrado a tratar el problema del poder hiper-concentrado desde el punto de su impacto sobre el costo del capital, el libro aporta una bienvenida dosis de aire fresco. El verdadero problema del despotismo, concluye Villepin, no es la tasa de interés: es el espíritu de corte. Cuando la adulación reemplaza la emulación, decae la calidad de la información; huyen los individuos de talento; desaparece la creatividad; se esfuma la iniciativa. Desde este punto de vista, el libro recuerda los volúmenes de Michael Grant sobre los emperadores romanos. Analizando obras de arte en la Roma del siglo III, Grant observa que —en el instante en que la uniformidad reemplaza a la individualidad— la decadencia se acerca a pasos agigantados. Este es, según Dominique de Villepin, el verdadero problema Napoleón.
viernes, mayo 16, 2008
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