sábado, octubre 04, 2008

COLUMNA SEMANAL. EL "PEQUEÑO SECRETO SUCIO" DE OCCIDENTE

Por Agustín Mackinlay (*)

Basta una rápida mirada a las tablas de PBI per capita para comprobar que los países con economías libres son los más prósperos del planeta. (A pesar de su vertiginoso crecimiento de las últimas décadas, el PBI per capita de China sigue siendo una fracción del de los Estados Unidos). Por otra parte, los países occidentales son los menos desiguales. El gran escritor francés Montesquieu sintetizaba a mediados del siglo XVIII las razones de este éxito: gobiernos moderados, estabilidad de la propiedad, división de poderes, independencia judicial, amplio mercado de crédito, libertad comercial. La crisis financiera que azota al mundo, sin embargo, está develando el "pequeño secreto sucio" (dirty little secret) de esta forma de gobernanza. En momentos de crisis y pánico, el imperio de la ley cede frente a la ley de auto-preservación; la normalidad deja el camino libre a la excepción. Lo que sigue es un confuso y desordenado —pero transitorio— período de arbitrariedad e inconsistencia.

Si la principal característica de la República romana era el equilibrio entre monarquía, aristocracia y democracia, la dictadura institucionalizaba la ... excepción. Ejercida por el mítico Cincinato, esta función era por definición temporaria. Mucho más tarde, bajo la férula de Richelieu, las medidas de excepción reciben el sórdido nombre de raison d'État. Pero la definición más clara sobre esta (espinosa) cuestión corresponde a Thomas Jefferson — una de las figuras históricas más preciadas por los ultra-liberales. Jefferson afirma que "un estricto cumplimiento de la ley escrita es uno de los mayores deberes de un buen ciudadano, pero no el superior". Y concluye sin pudor: "Las leyes de necesidad, o auto-preservación, para salvar al país en momentos de peligro, son obligaciones de un orden superior". El hábil estadista de Virginia lo sabe por experiencia propia: aprovechando la crisis europea, en 1803 le compra a Napoleón el inmenso territorio de Luisiana, duplicando de la noche a la mañana —aunque de manera ilegal, sin informar al Congreso— el territorio de los Estados Unios. "Cuanto menos se analice la operación desde el punto de vista constitucional", le confía a su Secretario de Estado James Madison, "mejor".

Caos en Occidente: ¿Qué harán los demás?
Para el observador de los fenónemos económicos y políticos, el momento actual ofrece un espectáculo único: estamos presenciando una de las escasas —pero infaltables— crisis de confianza en las instituciones del mundo libre. En los Estados Unidos, en Europa y en Japón, el ahorro cambia de instrumentos: cae el precio de los títulos de emisores privados, y "vuela" el precio de los bonos soberanos. La tasa de interés sobre Letras del Tesoro estadounidense se desploma (0,47% anual para Letras a 3 meses). Mientras la opinión pública se pronuncia contra el salvataje a banqueros irresponsables, las medidas de rescate se destacan por su timidez. Solamente cuando el pánico alcanza proporciones sistémicas —cuando tambalean los sistemas bancarios— aparecen las maniobras de fondo: nacionalizaciones, compra de activos, fusiones. El viernes, el gobierno holandés anunció la nacionalización del banco Fortis; los retiros de depósitos del ABN AMRO, que había sido comprado (entre otros) por el banco belga, llevaron al gobierno a esta drástica decisión. ¡Es la ley de auto-preservación!

Mientras tanto, los países emergentes observan, atónitos, el espectáculo del caos en Estados Unidos y en Europa. La televisión por 24 horas y la internet multiplican las imágenes de un desorden que sorprende (y agrada, en algunos casos) a los líderes de países con esquemas de gobernanza aún frágiles e inciertos. El Financial Times reporta sobre dirigentes africanos que elogian el modelo chino, argumentando —frente al caos en Occidente— que "el autoritarismo funciona bien para ellos". El primer ministro ruso Vladimir Putin se da el lujo de criticar la inoperancia del Congreso de los Estados Unidos frente a la crisis financiera (el parlamento, en Rusia, es un sello de goma). La presidenta argentina Cristina Kirchner no esconde su Schadenfreude ante el colapso de Lehman Brothers, Fannie Mae y tantos otros.

¿Qué harán los países "emergentes" frente al descalabro (transitorio) del imperio de la ley en Occidente? La clave estará en su interpretación del pequeño secreto sucio: ¿Lo verán como un fenómeno temporario o permanente? Desconfiando de las bondades de la gobernanza occidental, el electorado ecuatoriano vota un texto constitucional que otorga amplias facultades al poder ejecutivo para dirigir la política económica. ¡Fini los frenos y contrapesos en Quito! China, mientras tanto, observa y estudia. El anuncio de las autoridades financieras de Shanghai a favor de la liberalización e innovación financiera confirma el profundo cambio en la cultura política china: en el país de la raison d'État, el pragmatismo avanza.

(*) Drs, Universidad de Amsterdam. Premio Roosevelt Study Center 2006. Columnas anteriores: 1, 2, 3, 4, 5, 6.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo. Comparto tu análisis entre normalidad-excepción. Queda claro también que si la libertad -tal como la definís en el primer párrafo- es igual a vivir en el imperio de la ley, la excepción presupone -de alguna manera muy borrosa- la ausencia de libertad.
Hay que tener, sin embargo, cierto cuidado con el apego a la excepción: la característica primera de la excepción es que capta algo que la norma no puede captar, por lo tanto se mueve por fuera del sistema constitucional. Moverse por fuera del sistema constitucional presupone su anulación temporal: la dictadura.
Pero, la pregunta ahora: ¿cuán temporal es la dictadura que se establece, que emerge, como poder de decisión por fuera de toda norma? y más aún ¿qué sistema puede encaminar los pasos para adjudicar ese poder de decisión?.
La crisis de Weimar es un buen ejemplo de ello: no necesariamente la apertura del sistema normativo producida por la excepción debe tener un carril institucional que la resuelva. Ya conocemos el resultado alemán.
Ahora, en tu texto, parece que tenés demasiada confianza a que los hombres no sostengan la excepción permanente ¿por qué?. En momentos de crisis absoluta, eliminados los controles institucionales el peligro de no retornar a ellos es grande: no todos son Jefferson.
El problema y la tragedia de la decisión política vuelve a hacerse evidente. Y sobre todo en un mundo global donde la horizontalidad de las relaciones económicas es tan grande, da pensar.
Abrazo
anónimo .