miércoles, septiembre 13, 2006

FRENOS & CONTRAPESOS. LECTURAS VARIAS ...

- Traducir "Checks and Balances": una cuestión de cultura política (*). LA NACIÓN ofrece una interesante entrevista a Arturo Valenzuela, ex-funcionario de Bill Clinton. El Sr. Valenzuela defiende, con excelente criterio, la idea de una Corte Suprema "autónoma e independiente del poder político, a la que le corresponde velar por el Estado de Derecho y por las instituciones". Luego condena la "instrumentalización tanto de los parlamentos como de la Corte", porque "altera la noción de check and balance [revisión y equilibrio]".

¿Qué dijo exactamente Valenzuela? ¿Check and balance (en singular)? ¿Checks and balances (en plural)? David Wootton, de la Unversidad de York en Inglaterra, acaba de dedicar decenas de páginas (para mí fascinantes) a la historia de la idea de "check(s)", "balance(s)", "check and balance" y "checks and balances". Al final, según Wootton, se impuso la fórmula de John Adams: checks and balances (1787).

Que esta idea ―esencial para el mundo occidental― no tenga una traducción precisa en el idioma castellano es un síntoma de nuestra cultura política autoritaria y paternalista. El Sr. Elías propone "revisión y equilibrio". En Mackinlay's proponemos (sin gran convicción) "frenos y contrapesos". Debate abierto.

(*) Jorge Elías: "Es un peligro que Kirchner haga la política del caudillo", LA NACIÓN.
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- El matrimonio "K" y los jueces (*). Me quedé pensando sobre una de las ideas planteadas por la profesora Gretchen Helmke en su libro sobre el poder judicial en la Argentina. Según Helmke, una de las razones de la escasa independencia judicial es el avance del poder ejecutivo sobre el legislativo, hecho que convierte el nombramiento de jueces en un proceso de dudoso valor.

Si esto es así, cobra aún más fuerza la idea según la cual el propio matrimonio entre el presidente de la República y la líder del Senado es un disparate desde el punto de vista institucional (posición que tomé desde el inicio mismo de la elección de "K"). El simple hecho del matrimonio convierte al Senado en un "sello". La Sra. Kristina debería haber renunciado a su puesto de senadora en el instante mismo de la asunción de su marido. (Dicho sea de paso, esta renuncia le hubiese dado más, no menos, prestigio e influencia).

A Hillary Clinton, tan admirada por la Sra. Kristina, jamás se le hubiera ocurrido presentarse como candidata a senadora mientras su marido estaba en la Casa Blanca. Ninguna norma constitucional lo prohibe, pero hubiese sido un shock cultural imposible de soportar en Washington, D.C. Por eso Hillary esperó la elección de 2000, cuando caducaba definitivamente el mandato del talentoso Don Bill.

En un libro sobre la Sra. Kristina, (Olga Wornat. Reina Cristina. Vida pública y privada de la mujer más poderosa de la Argentina. Buenos Aires: Planeta, 2005), leemos que el diario español ABC le preguntó a la primera dama ―con muy buen criterio― si pensaba renunciar a su banca de senadora, dando a entender que su matrimonio con el presidente atentaba contra la división de poderes.

De inmediato, la Sra. apeló al reflejo típicamente "progresista": se declaró "víctima" de una visión discriminatoria, por ser mujer. El arte de evadir lo esencial ...

(*) Nuevo libro sobre el poder judicial.

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