domingo, junio 03, 2007

VIAJES & NEGOCIOS. ¿VIAJEROS O TURISTAS?

Por Hugo Perini (*)

El "Grand Tour" era el viaje iniciático que emprendían en Inglaterra, desde el siglo XVI, los hijos de las familias aristocráticas y los ricos burgueses snobs, o sea sin nobleza, para "ver el mundo" y conocer las ciudades clásicas, sus monumentos, su historia. El itinerario típico solía abarcar Francia, Italia -sólo hasta Roma-, los Países Bajos y Suiza.

A partir del siglo XVIII con la revolución operada en los medios de transporte, debido fundamentalmente a la navegación a vapor y al ferrocarril, el "Gran Tour" alcanzó su punto culminante, extendiéndose también a los nuevos ricos norteamericanos, especialmente los de la costa este, quienes a partir de la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a cruzar el Atlántico Norte para cultivarse y a la vez adquirir obras de arte para sus nuevas mansiones de estilos arquitectónicos eclécticos, construídas según los modelos europeos, predominantemente ingleses, franceses e italianos.

Mark Twain, uno de estos viajeros, dio el tono a la época, al denominar a este período The Golden Age. Pero no solo los ricos norteamericanos de la costa Este viajaban: la mayor distancia de Buenos Aires a Europa no fue un obstáculo para que, incluso desde antes, algunos argentinos hicieran también su viaje. Sarmiento emprende el suyo desde Valparaíso en 1845, es seguido por Miguel Cané (padre) desde Montevideo entre 1847 y 1849, ambos proscriptos durante el gobierno de Rosas, siendo seguidos en la segunda mitad del siglo XIX por Miguel Cané (hijo), Eduarda Mansilla, hermana de Lucio, Paul Groussac y por Ernesto Quesada, entre otros, cuyos viajes conocemos por haber dejado testimonio escrito de los mismos.

El viaje evolucionó: primero las personas se trasladaban de un lugar a otro por motivos de conveniencia, luego vinieron los viajes por motivos religiosos, le siguieron los grandes descubridores y navegantes y finalmente. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los ingleses ricos nuevamente innovan y van a pasar los incómodos inviernos insulares a la Costa Azul, especialmente a Niza, donde construyen el camino que hasta hoy los inmortaliza.

Aparecen entonces desde ese momento dos categorías arquetípicas: el viajero y el turista, o sea el viajero por placer, cuya acepción inglesa tourist recién aparece en los diccionarios ingleses un siglo después. Uno de nuestros viajeros decimonónicos, Ernesto Quesada, define al turista, en oposición al "viajero curioso", como alguien que desea tan solo satisfacer su "fácil" curiosidad, o sea "mirar mucho y ver poco", y en una vuelta de tuerca sobre el tema, introduce una nueva categoría, la del "turista elegante": "... ese que no anda sino en el rastro trilladísimo de la eterna trinidad: viaje a Italia, excursión a Suiza, season en Londres".

Por el contrario, el "viajero curioso" es para Quesada aquel que prepara cuidadosamente su viaje "... sin preocupación alguna, buscando contener la curiosidad intelectual, siempre aguzada, jamás satisfecha", sirviéndose de lo visto y aprendido para "... combatir en su puesto, y lo hará con mejor criterio, con armas de mayor precisión..."

(*) Otras contribuciones de Hugo Perini: "El bipartidismo y la reforma de 1994"; "¿Inversores o coleccionistas?" (21 de mayo); "Rusia y la reescritura de su historia"; "Entre lo que digo y lo que hago...". En 2006: "Liberalismo y República" (22 de diciembre); "Mitre y la Corte Suprema" (24 de noviembre); "Justicia y República" (23 de noviembre); "Federalismo" (10 de noviembre) y "Demora en cubrir las vacantes de la Corte Suprema" (28 de agosto).

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