COLUMNA SEMANAL. EL PECADO MONETARIO DE OCCIDENTE ... Y DE ORIENTE
Por Agustín Mackinlay (*)
En los debates organizados por la BBC sobre la crisis económica internacional en el foro de Davos, una conclusión salta a la vista: los periodistas, reflejando tal vez un sentimiento generalizado, reclaman culpables con nombre y apellido. Su mayor deseo es ver a individuos de carne y hueso —preferiblemente banqueros o managers de hedge funds— en la posición humillante de quien pide perdón por males que agobian a buena parte de la humanidad. No pretendo, en esta breve columna, salir en defensa de Sir Fred Goodwin (Royal Bank of Scotland), Charles Prince (Citigroup) o Stan O'Neill (Merrill Lynch): estos banqueros tienen una clara responsabilidad en el actual backlash contra el mundo de las finanzas. Pero la obsesiva búsqueda de culpables individuales puede hacernos perder de vista el contexto económico global del "boom" —y del "crack"— de las finanzas globales. Entender mejor este contexto tal vez nos ayude a percibir otros aspectos de la crisis — y otras soluciones.
Jacques Rueff y el "pecado monetario de Occidente"
El punto de partida para entender la actual crisis es el concepto de moneda internacional de reserva. Jacques Rueff (1898-1978), el principal asesor económico de Charles de Gaulle, plantea la idea en una serie de artículos para Le Monde, publicados en mayo de 1961 y re-editados en 1971 en el espléndido Le péché monétaire de l'Occident (el libro está disponible en varias bibliotecas de Buenos Aires). La idea de Rueff es sencilla: bajo el patrón-oro, los países deficitarios ajustan vía una suba en la tasa de interés; pero esto no sucede bajo un régimen de moneda de reserva. En efecto, los países superavitarios prefieren reciclar sus saldos positivos en el mercado de crédito del emisor de la moneda de reserva, bloqueando así la suba en la tasa de interés. Para el economista francés, el recicle de saldos en el mercado de crédito de Nueva York equivale a una "doble pirámide de crédito", que tarde o temprano se traduce en burbujas bursátiles y en inflación. Este mecanismo, basado en el dólar como la moneda-clave del régimen de Bretton Woods, es el pecado monetario de Occidente.
Convencido por Rueff, De Gaulle denuncia públicamente el sistema de moneda internacional de reserva, que equivale —según su memorable formulación— a un exorbitante privilegio. Entre 1964 y 1968, De Gaulle ordena a Banque de France dejar de colocar sus reservas dolarizadas en Nueva York para convertirlas en ... ¡oro! Curiosamente, el enfoque de Rueff es modernizado en los 1990s desde una consultora de Washington D.C.: Lehrmann, Bell, Mueller & Cannon (LBMC). John Mueller, el economista-jefe de LBMC, aporta otro dato importante: la moneda internacional de reserva no solamente es adictiva para el país emisor —pues consume sin aparente necesidad de ajuste— sino también para los países que actúan como periferia exportadora. A partir de 1945, con sus economías y sus instituciones devastadas por la Segunda Guerra, Europa Occidental y Japón optan por exportar masivamente al gigante estadounidense: es la única opción realista al salir de la guerra.
Los problemas del "Nuevo Bretton Woods"
El concepto de moneda internacional de reserva revive de manera inesperada en los 2000s, con las publicaciones de Michael Dooley, David Folkerts-Landau y Peter Garber, del Deutsche Bank. Analizando las fenomenales compras de bonos del Tesoro estadounidense por parte del banco central de China, estos investigadores concluyen que Bretton Woods se está repitiendo, pero con un cambio importante: en lugar de Europa Occidental, la gran periferia exportadora es ahora ... China. Dooley, Folkerts-Landau y Garber plantean, esencialmente, un enfoque optimista: China continuará exportando (y reciclando saldos en Treasuries), y luego vendrá el turno de la India, de Irán, del África, etc. Pero el colapso de los mercados financieros de 2007-2008 —una réplica de los problemas de Bretton Woods a partir de 1968— parece haber desmentido esta visión optimista. Después de cuarenta años, la idea original de Rueff se mantiene intacta: las tasas de interés en los Estados Unidos, subsidiadas por los exportadores-recicladores, estuvieron artificialmente bajas por demasiado tiempo. Este último punto, precisamente, es analizado por L'Économiste, un importante economista argentino que escribe en este blog (ver su nota "Crisis Mundial & Moneda", 16 de enero).
¿Qué conclusiones nos deja este panorama? Desde la perspectiva del vaso medio vacío, el panorama es particularmente desalentador: no es fácil reemplazar un régimen monetario, y menos en escala global. Los Estados Unidos deberán renunciar al privilegio exorbitante de ser los emisores de la moneda internacional de reserva, y los grandes exportadores deberán implementar reformas institucionales —en términos de derechos de propiedad, educación e innovación— para pasar de periferia a centro de crecimiento. Pero la perspectiva del vaso medio lleno tiene sus adeptos: los líderes mundiales, incluyendo el nuevo presidente de los Estados Unidos, entienden como nunca la necesidad de coordinar las políticas globales. Charles de Gaulle no pudo vencer al dólar en los 1960s porque la moneda de reserva era un imperativo esencial de la Guerra Fría. Hoy en día, el capitalismo triunfa tanto en Pekín como en Moscú. El "pecado monetario" ha dejado de ser un monopolio de Occidente; el dólar como única moneda de reserva ha perdido gran parte de su utilidad. Desde Davos, el líder ruso Vladimir Putin llama a crear más monedas de reserva. ¿No es acaso una manera de volver a Rueff?
Un punto adicional para cerrar. La Argentina, en su condición de miembro del G-20, podría jugar un papel constructivo en una eventual reforma del sistema monetario internacional. Uniendo fuerzas con Brasil, nuestro país podría lanzar la idea típicamente rueffiana de lo que l'Économiste llama "una moneda global que se ajuste al mismo patrón ... [puede ser] el oro o una canasta de commodities, u otro mecanismo que evite su depreciación para no perder el atributo de reserva de valor".
(*) Associate professor de International Political Economy, Universidad de Leiden (Holanda). Drs. en Humanidades, Universidad de Amsterdam (cum laude); Advanced Studies in International Economic Policy Research, Kiel Institut für Weltwirtschaft. Premio Roosevelt Study Center 2006; Premio LA NACIÓN 1989 y 1991. Estoy publicando El Enigma de Mariano Moreno. Fundación y Equilibrio de Poderes en la Era de las Revoluciones (más información pronto). Mi dirección de e-mail es: agustin_mackinlay@yahoo.com. Columnas anteriores: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11,12, 13, 14, 15.
domingo, febrero 01, 2009
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7 comentarios:
Agustin:
Dos cosas:
a)Durante la guerra fria, la carga de la defensa de Europa Occidental la llevo EEUU(manteniendo tropas en Alemania,su arsenal nuclear,Korea,etc), mientras Europa gasto dos centavos.
b)fijate en Clarin de hoy un articulo de H Kissinger, lo veo muy atinado
ramon c
Ramón. Estamos de acuerdo sobre la carga de la defensa de Europa. Es justamente la principal razón por las cuales EEUU no podía tolerar el abandono del dólar & el retorno al patrón-oro pedido por Francia. Luego leo a Kissinger.
Saludos,
AM
A mí también tu columna me hizo acordar a lo de Kissinger de hoy.
Lectores me piden por mail un link al articulo de Kissinger. Aqui esta:
http://www.clarin.com/diario/2009/02/01/opinion/o-01850320.htm
Agustín, estaba justo por escribir sobre este tema así que serás debidamente citado. el problema actual es que Estados Unidos no puede -no se si quiere- ajustar, dado que los que deberían compensar a escala global, es decir los superavitarios China y los Jeques Arabes, no tienen instituciones para gastar internamente y convertirse, como sugerís, rápidamente en centro. En ese contexto, el dilema es grave. Si USA no ajusta devaluando, y licuando la deuda de sus consumidores, todo el ajuste es en "cantidades" y lento, muy lento, dado el desbalance. Si, en cambio, USA quiere apurar el paso y licuar a sus acreedores, destruye su privilegio de emitir su moneda de reserva. La coordinación que sugerís es posible, pero convertir a la periferia en centro sin instituciones rápidamente no.
abrazo
Enrique Sz.
Enrique. Bingo! 100% de acuerdo!
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